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Criptomonedas y anarcocapitalismo

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El «movimiento cripto» es emocionante, lleno de gente inteligente, capital de riesgo, innovación estimulante y grandes esperanzas. Pero, al mismo tiempo, canaliza algunas locuras anarcocapitalistas. Por eso, es necesario comprender más claramente la ideología que lo anima. Y separar realidades de fantasías.

NUEVA SOCIEDAD.     Por Namit Arora
Junio 2018

El movimiento de las criptomonedas puede ser noticia en los principales medios de comunicación, pero reina una gran confusión al respecto. Provoca una profunda polarización de las opiniones, con historias diarias de estafas, booms especulativos, criptomultimillonarios y prohibiciones gubernamentales, en medio de afirmaciones sobre cómo las criptomonedas (y las cadenas articuladas o blockchains) están a punto de transformar la vida y la sociedad tal como las conocemos. Lo llamo «movimiento» porque sus adeptos lo imaginan como una fuerza totalmente disruptiva para la economía, la política, el gobierno, internet y mucho más, a pesar de que hay poca evidencia empírica para fundamentar esa fantasía.

El movimiento de las criptomonedas (llamémoslo el movimiento cripto) es emocionante, lleno de gente inteligente, capital de riesgo, innovación estimulante y grandes esperanzas. Nos corresponde comprender más claramente la ideología que anima al movimiento cripto. Si algún día tiene éxito, ¿dónde encajaría en nuestra economía política y cuáles podrían ser sus efectos en la sociedad? Y finalmente, ¿qué tan probable es que tenga éxito?

La ideología del movimiento cripto

En mi opinión, el movimiento de las criptomonedas, que se aceleró con el bitcoin a partir de 2010, está impulsado por la confluencia de tres tipos de instintos:

a) Instintos anarquistas, a menudo izquierdistas, que desprecian al Estado por su autoridad coercitiva, su corrupción legalizada, el uso indebido de impuestos para la guerra y su poder de censura y de espionaje. Tales instintos buscan debilitar al Estado para dar lugar a una sociedad descentralizada, sin Estado, de individuos soberanos y autoorganizados. Las criptomonedas, al usar transacciones cifradas y almacenamiento de datos descentralizado, permiten tanto resistir a la censura y lograr el anonimato como evadir impuestos. Los criptoanarquistas también odian a los Bancos Centrales y a los bancos en general (las criptomonedas los eluden) y esperan rescatar internet del dominio de las grandes corporaciones (como FAANG), y llevarla hacia una Web 3.0 abierta y descentralizada. Satoshi Nakamoto, el misterioso creador del bitcoin, tenía fuertes inclinaciones anarquistas, al igual que Vitalik Buterin, de 24 años, quien fundó Ethereum a los 19 años y sueña con «más sistemas abiertos, libres, igualitarios y eficientes para la cooperación humana, incluyendo la mejora o el reemplazo de las corporaciones y los gobiernos actuales».

b) Instintos capitalistas, de sensibilidad libertaria (anarcocapitalista), que quieren un capitalismo «verdadero» con un mercado genuinamente libre, en lugar del que tenemos ahora: obstaculizado por regulaciones consideradas amañadas, onerosas o ineficientes, y dominado por monopolios y capitalistas confabulados con el Estado y dependientes de él. Estos instintos valoran la libertad radical que otorgan las criptomonedas a un creador de mercado (market-maker) para emitir su propia moneda, establecer sus propias reglas de mercado transparentes, sus propias regulaciones y su propia política monetaria, con incentivos provenientes de la teoría de los juegos que impulsan el comportamiento económico correcto, en el marco del cual las personas eligen el valor de los bienes y servicios que intercambian libremente con otros a través de contratos inteligentes y sin intermediarios, preferentemente de forma anónima, sin someterse a impuestos y más allá de cualquier interferencia del gobierno. Esta visión también implica la privatización de todos los servicios del Estado y promueve la penetración del mercado, o de la toma de decisiones algorítmicas de costo-beneficio, en casi todas las áreas de nuestras vidas. Tanto Nakamoto como Buterin muestran fuertes tendencias libertarias de este tipo.

c) Instintos oportunistas, que siempre han motivado a todo tipo de personas a seguir la última moda, a ganar dinero rápido o a pasarla bien haciendo cosas nuevas y divertidas en un espacio emocionante. Tales instintos atraen a una gran variedad de personas: tecnogeeks, nerds idiotas, emprendedores de nuevas tendencias, trepadores sociales, pillos y embusteros de todo tipo, excéntricos, entusiastas, futuristas, solucionadores de problemas, etc. Entre ellos están las personas que lanzan ICO (ofertas iniciales de moneda; más de 80% hasta ahora han sido estafas) y construyen plataformas de criptonegocios, al igual que evangelistas seriales como Don Tapscott, que se dedican a promover con ciego entusiasmo cada tecnología de próxima generación como si tuviera el potencial revolucionario de generar la salvación y la felicidad universales, de llevar las personas a aprender «automágicamente» a colaborar, a autoorganizarse, a crear valor de la nada, a cambiar las reglas anticuadas de los negocios, a propagar un optimismo generalizado y a cantar cantos de alegría, sin ninguna consecuencia en caso de fracaso de estas tecnoprofecías. La wikieconomía, escribió Tapscott en 2009, «puede ser el nacimiento de una nueva era, tal vez incluso de una era dorada, a la par del Renacimiento italiano, o del auge de la democracia ateniense». ¿En serio?

Así que la ideología principal que impulsa al movimiento cripto, mezclando anarquismo y capitalismo, es el anarcocapitalismo, que tiene raíces particularmente fuertes en Estados Unidos. Sus adeptos lo ven como una fuerza para el bien que nos llevará a una era dorada de crecimiento, redistribución y prosperidad. Un integrante de la junta directiva de The Bitcoin Foundation llamó a las criptomonedas una «revolución descentralizada de la libertad individual y de la soberanía financiera que conducirá a una reestructuración de la economía y del poder global y a un cambio en favor de las personas, de los derechos, de la paz y de la libertad jamás imaginado en el mundo». Para una nueva y pequeña estirpe de cripto anarquistas de tendencia izquierdista como Buterin, las criptomonedas y sus blockchains permiten la creación de mercados radicalmente libres regulados por softwares de código abierto cuya propagación conducirá a la extinción del Estado y nos llevará a la Tierra Prometida: la sociedad igualitaria, autónoma, sin clases ni fronteras con la que soñaron Marx, Engels y Lenin.

La economía política del movimiento cripto

¿Qué deberíamos hacer con esta visión de esperanza y cambio? ¿Puede el anarcocapitalismo cumplir sus promesas? No lo creo. Me parece un caso de autoengaño y de ingenuo optimismo ideológico basado en ignorar casi todas las ciencias sociales básicas y la naturaleza humana. Es un gran ejemplo de pensamiento mágico. Sí, sé lo que dirán, que soy un hombre carente de imaginación, demasiado apegado al statu quo (para que usted lo sepa, me identifico como un progresista, un socialdemócrata). Pero en mi opinión (y la de otros), lo que abogan en realidad los fanáticos de las criptomonedas, a sabiendas o no, es un antiestatismo con mercados libres. Creo que esta es una pésima idea. Se selecciona de modo arbitrario elementos teóricos tanto del anarquismo como del capitalismo para hacer una mezcla espantosa, un brebaje tóxico. Déjenme explicarme.

Los criptoanarquistas se encuentran entre las tecno-elites más privilegiadas y globalizadas, a las que les resulta fácil subestimar groseramente al Estado y sobrevalorar exageradamente la capacidad de la criptoeconomía y sus «algoritmos de consenso» no probados y dudosos para resolver problemas humanos reales. Suelen ser hombres jóvenes e idealistas a quienes les encanta enunciar las últimas tonterías anti-Estado de moda mientras maman de las tetas del mismo Estado. No hay riesgo de verlos preocuparse por cómo su visión podría compensar todas las prestaciones que brindan los Estados democráticos más avanzados: redistribución, regulación, derechos, justicia legal y social, seguridad, leyes laborales, protección del consumidor, servicios públicos, controles y contrapesos constitucionales, función de prestamista de última instancia, todas el resultado de grandes luchas colectivas.

Si bien ocurre que el Estado puede corromper los mercados libres para privilegiar a unos sobre otros y puede cometer otras injusticias, ¿acaso no hay también ejemplos históricos de corrupción e injusticias en la vida socioeconómica descentralizada? Antes de decidir qué es peor, al menos deberíamos entender la visión a largo plazo de los anarcocapitalistas: ningún Estado; ninguna moneda fiduciaria como el dólar estadunidense, la libra o la rupia; ningún banco central ni bancos comerciales regulados por él; solo cientos de mercados libres y criptomonedas no regulados, anónimos, libres de impuestos y en competencia generalizada entre sí, operados esencialmente por algoritmos «inteligentes», sin molestos intermediarios. O sea un capitalismo libertario sin Estado con esteroides.

No somos seres angelicales. En nuestro mundo de carne y hueso, incluso los mercados más libres y con reglas claras plasmarán los resultados mediante la lotería social del nacimiento y siguiendo nuestras limitadas nociones de «mérito». La competencia en el libre mercado y los derechos de propiedad producen inevitablemente ganadores y perdedores, conflictos de clase y guerras culturales. Los ganadores aumentan la riqueza de sus familias, sus clanes y sus tribus, y usan su poder para plasmar el conocimiento, dominar a los demás y perpetuar sus privilegios. Eso también es lo que nos hace humanos, y todo esto es empeorado por la escasez de los recursos, la competencia económica y el cambio cultural acelerado. Sin el Estado progresista moderno, tales fuerzas –a menudo lideradas por intereses agresivos, depredadores y reaccionarios– resultarán mucho más perversas. Sin redistribución a través de los impuestos, aumentarán enormemente la desigualdad y volverán nuestras democracias cada vez más oligárquicas. Esto puede parecer obvio para la mayoría, pero no para los anarco capitalistas, que no entienden que su «solución» tecno-utópica para los defectos del Estado-nación moderno equivale a ir de mal en peor.

Un idealismo muy diferente orienta a los verdaderos anarquistas, quienes, incluso cuando rechazan al Estado, al menos tienen la honestidad y la coherencia intelectuales para rechazar también el capitalismo y la idea de propiedad privada y promover el espíritu de las comunas y las cooperativas. No es de extrañar que odien el desorden incoherente que es el anarcocapitalismo. Veamos aquí, a modo de ejemplo, qué opinan dos relevantes anarquistas vivos sobre el anarcocapitalismo, la ideología intelectual del movimiento cripto:

«El anarcocapitalismo, en mi opinión, es un sistema doctrinario que, si alguna vez se implementa, llevaría a formas de tiranía y opresión cuasi sin precedentes en la historia de la humanidad. No hay la menor posibilidad de que se implementen sus ideas (en mi opinión, horrendas), porque destruirían rápidamente cualquier sociedad que cometiera este colosal error. La idea del ‘contrato libre’ entre el potentado y su sujeto hambriento es una broma enferma a la que tal vez valdría la pena dedicar algunos momentos en un seminario académico que explore las consecuencias de las ideas puras (y en mi opinión, absurdas), pero en ninguna otra parte». (Noam Chomsky).

«Para ser sincero, soy bastante escéptico con respecto a la idea del anarcocapitalismo. Si los anarcocapitalistas imaginan un mundo dividido en empleadores con propiedad y trabajadores asalariados sin propiedad, pero sin mecanismos coercitivos sistemáticos… bueno, simplemente no puedo ver cómo podría funcionar. Los anarcocapitalistas suelen decir ‘si quiero contratar a alguien para cosechar mis tomates, ¿cómo van a detenerme sin usar la fuerza?’. Fíjese que nunca ve a nadie decir ‘si quiero contratarme a mí mismo para cosechar los tomates de otra persona, ¿cómo van a detenerme?’. Históricamente, nunca nadie eligió este tipo de trabajo asalariado si tenía CUALQUIER otra opción» (David Graeber).

Las perspectivas del movimiento cripto

¿Puede el movimiento cripto tener éxito? La opinión está muy dividida. Personalmente, estaría bastante preocupado si creyera en sus probabilidades de éxito. Tal vez esté equivocado, pero no creo que tenga éxito por una serie de razones técnicas, económicas, regulatorias, políticas, sociales, humanas, estructurales, de gobernanza, de confianza, espirituales y por muchas otras razones, cada una de las cuales son probablemente fatales para su viabilidad. Las blockchains públicas ni siquiera ofrecen lo que se dice que es lo mejor de ellas. Por ejemplo, no descentralizan algunos de los elementos más importantes de la confianza de orden superior, necesarios para transformar significativamente la economía de las redes peer-to-peer (como la confianza en los diseñadores de un protocolo, la confianza en la fiabilidad de la gobernanza del protocolo). La confianza se logra con esfuerzo y se basa en mucho más que una «prueba criptográfica». Tal como se han dado cuenta muchos, «las blockchains no son máquinas mágicas de confianza. A un costo considerable, solo pueden garantizar la integridad de los datos que contienen. No aseguran que estos datos sean confiables ni que los actores que los ingresaron sean honestos».

Sin embargo, muchos adeptos definen las blockchains públicas como «una solución novedosa al antiguo problema de la confianza». Entre estos fanáticos «no se defiende la idea de que podríamos fomentar más altos niveles de cooperación o confianza entre amigos, instituciones y gobiernos, sino que podemos ignorar cualquier forma de institución social en favor de una solución técnica elegante». Esta premisa ingenua «revela una ideología preocupante» que piensa poder sustituir la política por juegos económicos.

Uno tiene que tener una mente positivista, cientificista o incluso demasiado simple para presumir que el problema de los déficits de confianza, incluso los que están vinculados a relaciones de clase y de poder preexistentes, pueden ser confrontados eficientemente por un sector privado no regulado y por los libres mercados a través de un «código sin intermediario».

Excepto en Estados fallidos, a la mayoría de la gente le resulta más difícil confiarle su dinero a este nuevo intermediario –el intermediario de un algoritmo de consenso descentralizado en una blockchain no regulada, con una moneda volátil, con pocas salvaguardas o recursos correctivos y una gobernanza muy lenta y no confiable– que encomendarse a los intermediarios conocidos y regulados que usan hoy y en los que ya confían: bancos, tarjetas de crédito, PayPal, WeChat, que, a diferencia de las redes de criptomonedas, también brindan un número 0800 y protección en caso de pérdida, fraude o error del usuario, así como la reversión de la transacción. Detrás de la fachada ilusoria del dinero apolítico descentralizado, acecha la centralización por otros medios –en la minería de criptomonedas, los intercambios, el liderazgo, los nuevos intermediarios, las infraestructuras–, y los proyectos criptográficos siguen estando en manos de creadores de mercado demasiado humanos y poco confiables.

Agreguen a esto los inconvenientes inevitables y realmente poco atractivos que las criptomonedas generan en casi todos los aspectos de su funcionamiento. Pueden llevar a cabo plenamente solo dos de sus tres objetivos principales: descentralización, seguridad, escalabilidad. La descentralización las hace inherentemente más lentas, más caras, menos escalables, con peores experiencias de usuario y una gobernanza incierta. Es un inconveniente necesario, escribe el experto en criptomonedas Adam Ludwin, «que no cambiará en su esencia con bloques más grandes, el uso de la red Lightning, el particionamiento (sharding), las bifurcaciones, los libros de cuentas autoenmendables o cualquier otra solución técnica». Además, su código puede ser abierto, pero eso no impedirá que sea hackeado; 51% de los ataques siguen siendo una amenaza grave, y a menudo los activos cripto se perderán o serán robados , para siempre. Por su misma naturaleza, es difícil imaginar que los intercambios cripto lleguen un día a ofrecer lo que los consumidores consideran hoy como un requisito evidente, como este seguro garantizado por una agencia de corredores: «Schwab cubrirá el 100% de cualquier pérdida debida a una actividad no autorizada en cualquier de sus cuentas Schwab». Hay tantas desventajas inherentes a su diseño, y tan pocas ventajas, que es probable que solo aquellos interesados principalmente en la resistencia a la censura (o, por ejemplo, necesitados de resolver el problema del doble gasto) adopten aplicaciones basadas en ellas. No es de extrañar que la adopción de criptomonedas siga siendo muy poco frecuente, ya que todavía no existe una aplicación óptima, y si bien esto podría cambiar en el futuro, aún no ha sucedido.

O tomemos la descentralización, una idea meritoria, pero que se ha convertido en un tonto mantra en Criptolandia, como si siempre fuera de por sí superior a las alternativas centralizadas (no nos olvidemos que feudalismo, casta, racismo, esclavitud y patriarcado son todos casos de opresión descentralizada, mientras que son centralizados los derechos humanos, las Constituciones, y las leyes que permitieron combatirlos). Sin ninguna prueba, los ortodoxos hablan incluso de una ola inminente de negocios descentralizados e innovadores en las blockchains, pero ¿no se los comerán vivos sus competidores centralizados, más ágiles y más proactivos? Hay exactamente cero negocios descentralizados en las empresas de Silicon Valley, obsesionadas desde hace tiempo con la eficiencia organizativa, aunque hace mucho tiempo que tienen los medios para descentralizar su propia gobernanza. ¿Podría ser que una descentralización mal diseñada impida la innovación competitiva y el éxito comercial?

Resulta aleccionador el fracaso del propósito original del bitcoin, la criptomoneda más conocida usando las blockchains. Por muy buenas razones, el bitcoin se usa menos ahora como moneda (como medio de intercambio) que como «oro digital». Con 80% de los 21 millones de bitcoins ya extraído, quizas el índice de Gini de Bitcoinlandia sea peor que el de cualquier país del mundo. Solo piensen en esto: el bitcoin estaba destinado a ser una moneda descentralizada para el uso diario de la gente común, posiblemente en reemplazo de las monedas fiduciarias. Sin embargo, solo 4% de las direcciones de bitcoins posee 96% de todos los bitcoins, mientras que las 1.000 personas más ricas poseen 40%; además, «el 70% más pobre de los propietarios de bitcoins posee menos de 1,7% de todos los bitcoins [frente a alrededor de 9% de todos los dólares en EEUU]». Esta distribución de la riqueza y del poder evoca los tiempos feudales, y convierte el aparente nirvana de la descentralización de los bitcoins en una parodia y una distopía. El bitcoin es similar a un acaparamiento de tierras en el que los primeros en llegar ganan de forma desproporcionada y, sin mover un dedo, se vuelven cada vez más ricos a medida que aumenta la demanda de bitcoins pero no la oferta (porque así está diseñado). Los adeptos de las criptomonedas ¿están discutiendo sobre esta nueva y obscena centralización del poder? En absoluto: lo que hacen estos nobles corazones es celebrar la subida de los precios del bitcoin, al mismo tiempo que tuitean sobre cómo la criptografía salvará al África rural al llevar servicios financieros a las personas no bancarizadas, sin importar que esto ya pueda hacerse perfectamente con dinero fiduciario: la falta de voluntad, no de tecnología, es otra vez el obstáculo mayor y más común.

Sin embargo, el bitcoin está lejos de ser único. La concentración de riqueza, la manipulación de precios y el uso de información privilegiada plagarán cada criptomoneda que comience con la distribución desigual de monedas a unos pocos: esa concentración de riqueza no es un error sino una característica esencial de todos los proyectos cripto (¡sorpresa, sorpresa!). Tampoco parece probable la existencia de una criptomoneda privada con precios estables. Los anarcocapitalistas tambiéntienden a ser preocupantemente arcaicos al insistir en criptomonedas no inflacionables, y en su sobrestimación de las probabilidades de una gobernanza algorítmica capaz de sustituir la confianza pública y la gobernanza deliberativa que ofrece un Banco Central en una economía fluida y susceptible al manejo de excepciones, como durante la crisis financiera de 2007-2008.

Las esperanzas y sueños desatados de los fanáticos de las criptomonedas, de hecho, me recuerdan los primeros años de la inteligencia artificial. El glamour especulativo de Criptolandia corrompió demasiados espíritus y mermó su sentido de la realidad. Muchos adeptos de las criptomonedas sufren delirios de grandeza y se creen los Che Guevaras de la era del bitcoin. Cuando economistas destacados critican las criptomonedas o cuando los gobiernos toman medidas enérgicas contra el comercio anónimo y no regulado, como deben hacerlo, los chicos de las criptomonedas ponen gritos en el cielo y desarrollan teorías conspirativas sobre el «imperio del mal» que los persigue. Lo interpretan como otra prueba de que están haciendo algo bien y comparan a sus críticos con los detractores de las grandes innovaciones anteriores (internet, ferrocarriles, automóviles), olvidando las locuras que alguna vez generaron un fervor similar (tulipomanía, eugenesia, conductismo).

¿Habrá pronto una aplicación asesina para el movimiento cripto? Tal vez ya se conozca la aplicación asesina –el comercio anónimo–, sin la cual el movimiento de las criptomonedas podría colapsar. Sin embargo, vale la pena señalar que si bien las criptomonedas nunca rivalizarán con las principales monedas fiduciarias globales, probablemente contribuirán a revisar a la baja los criterios de gestión de los Bancos Centrales y servirán como «monedas de crisis» en países como Venezuela (pero citar esto como justificación para las criptomonedas se parece a la defensa que la Asociación Nacional del Rifle hace de la propiedad de armas de asalto citando casos en los que los civiles las usaron para defensa propia). De lo contrario, a menos que sean reguladas (no está claro cómo), las criptomonedas seguirán siendo refugios para estafadores, criminales, lavadores de dinero y evasores de impuestos.

Las criptomonedas parecen ser una «tecnología revolucionaria basada en una economía reaccionaria. Lo primero deslumbra tanto que no deja ver lo segundo». Tal vez el glamour de la criptomonedas sesgó nuestra avaluación de las blockchains. A medida que se agote el despliegue publicitario y se imponga la realidad, es probable que el dinero y las mentes inteligentes reduzcan drásticamente las expectativas de una revolución inminente. Con el tiempo, el movimiento de las criptomonedas podrá ser recordado principalmente por su exuberancia irracional, otro más de los numerosos movimientos en la historia que fueron inflados por la publicidad pero fracasaron. Dicho esto, parte de sus innovaciones seguramente sobrevivirán y traerán algunas comodidades a nuestras vidas, por ejemplo a través de proyectos de blockchains de interés público sin criptomonedas; o agregando otra forma de invertir en startups a través de tokens de seguridad regulados; en micromercados regulados a través de tokens utilitarios; quizás con el tiempo veremos surgir otras condiciones sociales, marcos legales y modos de uso –por remoto que esto parezca hoy– en las que las ventajas de ciertas criptomonedas (como monedas) puedan incluso superar sus desventajas.

Podemos esperar también que los hijos más inteligentes de Criptolandia recapaciten sobre sus locuras anarcocapitalistas y adopten herramientas menos «sexies» pero mucho más realistas para arreglar nuestro mundo quebrado: acción antimonopolio, ciudadanía informada, debate público, instintos antiautoritarios, igualdad de oportunidades y redes de protección social para todos.

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Nota: Después de 20 años en las empresas de tecnología de Silicon Valley, cambié mi enfoque hacia las ciencias sociales y las humanidades. Este texto se ha beneficiado enormemente de las animadas –y a veces exasperantes– conversaciones que mantuve durante muchos meses con mi buen amigo Aditya Dev Sood, que dirige Startereum.

(Traducción: Carlos Díaz Rocca /revisión: Marc Saint-Upéry. Este artículo fue publicado originalmente en 3 Quarks Daily con el título «On the ideology, political economy, and prospects of cryptocurrencies»).

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