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Colombia – 28 de mayo: la descubierta violencia estatal encubierta

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Equipo desde abajo, 28-5-2021

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Viernes 28 de mayo, paro nacional en Colombia. Como en las citaciones anteriores, por decenas de ciudades la comunidad se movilizó de manera alegre, entonando cánticos, celebrando un mes de intensas movilizaciones. Abril 28, despertó un inmenso conglomerado social, transformado en un alzamiento juvenil/popular que fue dando cuenta de pretendidas reformas gubernamentales, todas injustas e improcedentes, así como de funcionarios públicos, autoritarios como el mismo gobierno del que hacían parte.

El nuevo llamado a paro estuvo antecedido de la negativa del gobierno Duque a firmar un acuerdo que de paso a la instalación de una mesa de negociaciones para entrar a resolver a fondo el Pliego de Emergencias radicado ante el gobierno de turno por decenas de organizaciones sociales desde hace más de un año.

Con un mes de lucha, con varios triunfos entre las manos, los sectores movilizados coparon calles con la convicción de que son nuevos tiempos, en los que es posible alcanzar más triunfos, además de ahondar el tejido organizativo para poder sostener y prolongar la onda por el cambio, la misma que debe alcanzar sintonía profunda en los territorios.

En medio de esta celebración, en la ciudad de Cali, los manifestantes que estaban en el sector conocido como La Luna, fueron atacados a bala por un civil por cuya acción dos personas perdieron la vida (Luis Eduardo López Solano de 35 años, trabajador del Teatro Municipal Enrique Buenaventura y Michael Aranda, joven que fue trasladado muy grave al hospital, donde se certificó su muerte). La reacción solidaria de un grupo de los atacados alcanzó a rodear al atacante, hasta lincharlo. La revisión de sus prendas de vestir arrojaron un resultado “sorpresa”: el personaje era agente del CTI. Es decir, el atacante y asesino, linchado por los aireados manifestantes, era un agente encubierto.

La noticia se esparció como pólvora, de manera que el Fiscal General, Francisco Barbosa, salió rápidamente a lavar la cara del establecimiento. Según su relato, el agente encubierto, cuyo nombre era Fredy Bermudez, sí era activo del CTI pero “estaba de vacaciones”. ¡Qué vacaciones!

El suceso recuerda otros acaecidos a lo largo de los treinta días de paro nacional y en los cuales diversas manifestaciones sufrieron ataques a bala por personajes de civil, incluso ante la vista de uniformados. En todos ellos la sospecha de que son agentes encubiertos late por todas partes, la suspicacia de que son provocadores en procura de generar confusión, muerte y temor siempre está presente, pero hasta ahora no había sido posible dejar al desnudo, como en este día: los provocadores y los asesinos hacen parte del establecimiento, son sus protectores.

Producto de esta manera de operar –paramilitar / parapolicial–, fueron asesinados Nicolás Guerrero en la misma ciudad de Cali, y Lucas Villa en la ciudad de Pereira. Pero en circunstancias similares una docena de integrantes de la minga indígena fueron baleados. Otras docenas de manifestantes también registran en su humanidad las huellas de bala.

Mientras esto sucedía en esa parte de la ciudad, en otro sector de la capital vallecaucana, en la Universidad del Valle y sus alrededores –barrio Ciudad Jardín–, los manifestantes eran atacados a bala por civiles, incluso con armas de asalto, protegidos con chalecos antibalas, disparando en presencia de agentes de la policía motorizada. Las denuncias dan cuenta de varios heridos pero no precisan cuántos ni la gravedad de las lesiones.

El sector donde ocurrieron los hechos es el mismo donde la minga indígena fue atacada en días anteriores y en iguales circunstancias. Es decir, la evidencia se repite y con gravedad: existe un sector de la sociedad, de altos ingresos, fanática de la defensa de su riqueza, mentalizada en que el orden se impone a punta de bala, por el derecho que les da esa misma riqueza, la cual compra salvoconductos, silencio e impunidad. Cuarenta años de paramilitarismo, de un Estado terrorista e instigador de la violencia, asesino de su propio pueblo, ha dado muchos frutos extremos, entre ellos la disposición del aparato policial y militar para defender exclusivamente a la minoría de la sociedad, no a toda como lo ordena el cuerpo constitucional; pero por otro, la extensión de una mentalidad militarista, de odio de clase, con ideas de propiedad, orden y racistas claramente arraigadas, soporte y defensa del 1 por ciento, los demás sobran. Y como sobran, o se quedan en sus barrios, veredas, resguardos, quietos, sin hacerse sentir, o se exponen al derecho que les asiste a los ricos, y a quienes los defienden: la mal llamada “fuerza pública”.

En otras ciudades del país las marchas de quienes acataron el llamado a paro y a celebrar, fueron atacadas por el Esmad y los heridos y detenidos se cuentan por decenas. Se denuncia la muerte de por lo menos otros dos manifestantes, también en Cali o sus cercanías. Uno de ellos perdió la vida en la vía que conduce a Candelaria, en una disputa –según las autoridades entre un sector que bloqueaba la vía y otro que intentaba su desbloqueo–. El otro muerto ocurrió en el barrio Meléndez: según denuncias de derechos humanos, era Sebastián Jacanamejoy, indígena del Pueblo Inga y estudiante de la Universidad del Valle información que está en proceso de verificación. La orden del establecimiento es una y solo una: hay que restablecer la producción a como de lugar, no importa el costo que ello signifique en vidas de los marginados. Así continuará su proceder en los días que vienen y entre ojos tienen a quienes resisten con los bloqueos a lo largo del país.

Como antesala a ello, Duque ordena el máximo despliegue militar en Cali y el Valle del Cauca: “Quiero dejar claro que este despliegue llevará a casi triplicar nuestra capacidad en menos de 24 horas en todo el departamento…” . Una orden que da respuesta a la insistente demanda a los gremios de país a desbloquear las autopistas. El costo humano de las acciones que ya pueden preverse no será poco.

Es una acción militar, económica u política que también ha estado antecedida por la inculpación al Comité Nacional del Paro de la existencia y pervivencia de tales bloqueos. Por lo tanto, una vez procedan a desbloquear a la fuerza inculparán al citado Comité de todo lo que pueda suceder en esos operativos

Entra así el Paro nacional en una nueva fase: su confrontación a través de una abierta acción militar.

La resistencia

El paro del 28 de mayo termina con luto y dolor, y el duelo por las víctimas lo celebraran los marginados y excluidos con nuevas jornadas de resistencia, a pesar del militarismo, del paramilitarismo, de los parapolicías, de las manipulaciones, de la desinformación, de la intimidación.

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