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Cine – LA REVOLUCIÓN SIEMPRE ES LA MISMA

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Pepe Gutierrez-Alvarez

Seguramente la mejor película que jamás se ha hecho sobre la revolución mexicana sea “Los profesionales” (The Professionals, USA, 1966), producido, escrito dirigido por Richard Brooks en su mejor momento (baste mencionar A sangre fría). El guión partía de una novela de Frank O’Rourke.

El rodaje, casi todo exteriores, duró tres meses y permaneció la mayor parte del tiempo en de Nevada, Death Valley, como escena¬rio del camino de los protagonistas, y al¬rededor de una línea de ferrocarril en las cercanías de Indio, California. Por su trabajo, Richard Brooks sería nominado al ÓSCAR por la dirección y por el guión adaptado, en tanto que Con¬rad Hall, por la fotografía en color. Bajo un aparente western-road con ida y vuelta se desarrolla un complejo entramado político sus¬tentaba la acción y se integraba de tal modo en ella que el film podía dar lugar a diversas interpretaciones.

Lo más obvio consistía en que un capitalista arquetipo de un poderoso colonialista, J. W. Grant (Ralph Bellamy), poseedor de un rancho en México del que había sido peón Jesús Raza (INMENSO JACK PALANCE), ahora ocupante del mismo con su pequeño ejército revolucionario, contrataba mercenarios para recuperar a su esposa, Maria (una apropiada Claudia Cardinale), secuestrada según él por Raza, el cual había sido el novio de la joven antes de que Grant prácticamente la comprara; y los cuatro profesionales formado por Dolworth (BURT LANCASTER), Fardan (LEE MARVIN), Ehrengard (RoBERT RYAN), Sharp (Wooov STRODE).

Cada uno con especialidades complementarias a las de los demás, llevaba a cabo una perfecta operación paramilitar en el país vecino y recuperaban a María, pero descubriendo de inmediato que estaba por su voluntad con Raza y que, por tanto, si se había cometido un secuestro lo habían realizado ellos, esto les lleva a un proceso de rectificación de tal manera que el eje narrativo, será en sí mismo una parábola que cabía aplicar tanto a países latinoamericanos ocupados por el Gran norte, pero sobre todo con el Vietnam que es la guerra (y la revolución) que los espectadores tienen entonces en mente, Brooks añadió un tema prácticamente ausente en la novela, la dialéctica en torno a la revolución. Dolworth y Fardan habían luchado, en los años anteriores, junto a Raza y el peso de tal recuerdo resultaría decisivo en su enfrentamiento final a Grant cuando éste pretendiera que sus hombres mataran al guerrillero, capturado por los mercenarios y transportado junto con Maria al otro lado de la frontera: con toda naturalidad, recobrando el espíritu perdido, regresaban con la pareja adonde antes combatiesen por una causa justa; por la revolución, una gesta que puede criticarse por tal o cual aspecto, pero cuyo sentido liberador es incuestionable. En el fondo es eso, la revolución, porque siempre es la misma.

Atractiva incluso para los espectadores despolitizados, “Los profesionales” es una película repleta de detalles creativos. Valgan como muestra los dos temas principales de la partitura que se relacionaban con los mercenarios, uno, semimilitar, referido a su presente, y otro, mexicanizado, remitente a su pretérito; el diseño del ataque a la hacienda-cuartel de tal forma que se convirtiera en una especie de castillo de fuegos artificiales y se adhiriera así, paradójicamente, a tradiciones festivas del país invadido; los diálogos, tan reflexivos como nostálgicos, en torno a la revolución, especialmente el sostenido por Dolworth y Raza, dos personajes más bien incultos pero cercanos de uno u otro modo a la lucidez moral, con simbólicas rocas en medio.

La búsqueda de significados llegaba hasta el apellido del guerrillero y los nombres, Jesús y María, de él y su amante, sin olvidar que Grant quiere decir, como sustantivo, “dádiva”. Llevada con brío y convicción, Brooks consiguió una gran película que se estrenó en todos los países como un “western” con un gran reparto, como una película más sobre la revolución mexicana, pero al salir del cine, los espectadores más sensibles habían registrado una emoción añadida. Entonces, la revolución avanzaba o al menos, así nos lo parecía…

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