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Chile: La quema del Parque Coyanmahuida y la mentira de la certificación forestal

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Durante la jornada del pasado miércoles 25 de enero, el fuego que se había extendido por los sectores San Antonio de Dadi y Peninhueque de Florida, cruzó la carretera, que une esta comuna con Concepción, a la altura del kilómetro 40 y desde ese momento, sectores como el propio Kilometro Cuarenta, Granerillos y Rahuil fueron alcanzados por el incendio que, de paso, calcinó el Parque Coyanmahuida de propiedad de Forestal Arauco.

El Parque Coyanmahuida constituía un reducto de vida silvestre y en su estrecha superficie, de 24 hectáreas, se podían reconocer ejemplares de flora y fauna endémica de nuestra zona. La humedad y el frescor, propia del bosque, contrastaba con la sensación percibida en una plantación forestal. El suelo esponjoso, que permitía la acumulación de agua y la provisión de ésta a diversos cursos, no tenía parecido alguno con la superficie compacta y seca de los monocultivos de pino y eucalipto que le circundaban.

No obstante, este estrecho recinto tenía el propósito no declarado de legitimación de la industria forestal por parte de Forestal Arauco. Tras el anuncio de servir como “contribución a la educación ambiental y esparcimiento de la población”, el Parque Coyanmahuida tenía la función de aportar a la validación de la industria ante la comunidad local y también ante la población del hemisferio norte, para lo cual la empresa había accedido a diversos tipos de certificación forestal, entre ellos el Forest Stewardship Council [FSC].

El FSC constituye el sello de certificación forestal de mayor relevancia mundial en la actualidad. Sus impulsores declaran que la misión de éste es “promover un manejo ambientalmente apropiado, socialmente beneficioso, y económicamente viable de los bosques del mundo”, para lo cual establecieron estándares en los ámbitos del manejo forestal y en la “cadena de custodia”, es decir, en los productos fabricados y/o utilizados en los procesos de la industria.

Luego de alcanzar la certificación FSC, la empresa puede rotular sus productos con el sello que lo indica, accediendo a mayores oportunidades de comercializar sus productos, sobre todo, en los mercados de Estados Unidos, Canadá y Europa, donde sus consumidores creen que la producción de tales mercancías se ha realizado con métodos inocuos para el ambiente y la población de los lugares desde donde provienen o se han extraído las materias primas de éstos.

in embargo, la creciente cantidad de empresas forestales y de procesos productivos certificados hasta ahora, no implica que éstos se rijan bajo prácticas sustentables y que las condiciones de vida de las comunidades aledañas a estas industrias no haya sufrido perjuicios producto de su operación. Muy contrariamente, se han documentado diversos casos donde las empresas generan comprobables y evidentes daños socioambientales, sin que ello haya sido motivo para rechazar su certificación.

Uno de los casos más divulgados ha sido el de la empresa productora de pulpa de celulosa y papel, Veracel Celulose S.A., la cual consiguió la certificación FSC el año 2008, con sus operaciones en el Estado de Bahía, Brasil. El Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales publicó el 2013 un documento donde describe numerosos hechos que deberían haber impedido la certificación de esta firma, en tanto eran contradictorios a los criterios establecidos en los “10 principios” de FSC, pero fueron desoídos por la institución. Entre éstos está la existencia de más de 700 denuncias de trabajadores hacia Veracel y sus empresas contratistas; La denuncia y posterior condena a esta empresa por haber talado bosque en la Selva Atlántica; La comprobación, por parte de un Tribunal, que los permisos de forestación de al menos 49.000 hectáreas de plantaciones eran ilegales; El uso ilegal en monocultivos forestales de al menos 1.333 hectáreas de ‘terra devoluta’ [tierra libre] la cual es de propiedad pública; El uso de 9 litros de Glifosato por cada una hectárea durante el primer año de plantación forestal [El glifosato es un compuesto persistente y tóxico para cualquier organismo, incluido el del ser humano y en los lugares donde fue ocupado, provocó la pérdida de biodiversidad y de las fuentes de subsistencia de los habitantes aledaños a los monocultivos].

Si bien las comunidades lograron la revisión de la certificación a Veracel, ésta acabó por ratificarse, provocando la completa desacreditación de este instrumento ante ellas.

En Chile, empresas como Mininco y Arauco también han obtenido el sello FSC de “manejo forestal” en 2012 y 2013, respectivamente, sin embargo este rótulo, en realidad, busca ocultar los nefastos efectos del emplazamiento de monocultivos forestales en la zona centro sur de país y promover la comercialización de sus productos derivados.

El Parque Coyanmahuida de Florida, considerado por Forestal Arauco, en su Informe de Evaluación de Manejo Forestal, como uno de “parques privados abiertos al público”, que se maneja “bajo estrictos criterios de conservación…”, sin que ello haya impedido su ignición por el fuego propagado en las plantaciones industriales de árboles que, según CONAF, en Florida ocupan el 56,6% de la superficie comunal.

La desecación progresiva de los terrenos, producto de el alto consumo de agua de estos árboles de rápido crecimiento, la alta combustibilidad de las especies usadas en el monocultivo, así como las elevadas densidades y extensas superficies de las plantaciones, son factores que generaron condiciones sumamente favorables para la propagación de este incendio. Cabe destacar que mientras que los pinos se caracterizan por poseer resinas y compuestos derivados inflamables como la trementina y la colofonia, los eucaliptos contienen metabolitos secundarios como fenoles y mentoles, además de poseer aceites en sus hojas con altas cantidades de terpenos (hidrocarburos, por lo tanto propicios para combustionar) y presentar desprendimiento de trozos de la corteza del tronco. Así, es altamente probable que todos estos factores combinados, sean determinantes en la propagación de incendios forestales de grandes magnitudes.

De este modo, el Parque Coyanmahuida, que parecía una especie de compensación entregada por la industria forestal a la comunidad de Florida, acabó por ser consumido al igual que la mentira montada por ésta y su sistema de certificación.

Foto principal: Florida Organizado

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