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Brasil – Un censor de ultraderecha en el Ministerio de Educación

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Esquerda Online, editorial, 28-11-2018

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Traducción de Ernesto Herrera

Designado para asumir el Ministerio de Educación del gobierno de Jair Bolsonaro a partir del 1º de enero de 2019, el colombiano Ricardo Vélez Rodríguez es una figura relativamente desconocida en los medios de la izquierda, pero deberíamos estar atentos hacia aquellos contra los cuales luchamos. Actuando como intelectual orgánico de las derechas desde hace por lo menos 40 años, el ex profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Juiz de Fora (UFJF), actualmente una iniciativa privada, fue laureado con diversos premios ofrecidos por organismos de derecha y por instituciones de las Fuerzas Armadas, Rodríguez, que acumula una formación en Filosofía y Teología, tiene decenas de libros y centenas de artículos publicados, parte de ellos dedicados a defender el liberalismo y el mercado y también a combatir el lulo-petismo, a la izquierda, y a aquello que viene siendo llamado en las huestes derechistas de “marxismo cultural gramsciano”.

El currículo de Ricardo Rodríguez, como parece obvio, es demasiado cargado de ideología, algo que dice querer combatir en nombre de una supuesta neutralidad. Como defensor incansable de la ideología del movimiento Escuela Sin Partido, es a través de su trayectoria como miembro del Instituto Brasilero de Filosofía (IBF), una entidad creada en 1949 por el jurista y ex miembro de la organización fascista Acción Integralista Brasilera(AIB),

Miguel Reale, que Rodríguez se destaca en el escenario intelectual de las derechas. En el IBF, que en 1962 pasó a publicar la revista Convivium como parte del esfuerzo conspirador y golpista, que el historiador René Armand Dreifuss llamó de “elite orgánica”, Rodríguez se calificó para el cargo en el primer escalón en el gobierno de Bolsonaro, algo que le valió una recomendación por nadie menos que Olavo de Carvalho, una especie de gurú del nuevo gobierno. El astrólogo que pasa por ser el filósofo más leído, y es acompañado en las redes sociales por los grupos de derecha, también recomendó a Ernesto Araújo para el Ministerio de Relaciones Exteriores. Para quién no lo sabe, el futuro jefe de Itamaraty es alguien que cree que el “globalismo” es una “ideología anti-cristiana piloteada por el marxismo cultural” y que la izquierda es “abortista” porque no quiere que nadie nazca “mucho menos el niño Jesús”.

Criminalizar el trabajo intelectual

La designación de Ricardo Vélez Rodríguez para el ministerio de Educación atiende al mismo principio que motivó la designación de Araújo para las relaciones Exteriores y confirma todo el movimiento desencadenado contra las universidades y los docentes en general de los últimos años. También confirma que las intenciones del futuro gobierno de Bolsonaro, que pretende promover la dilapidación del patrimonio público y la retirada de derechos de los trabajadores, presupondrá la actuación ostensiva de un frente ideológico con el cual Olavo de Carvalho, Ernesto Araújo, Ricardo Rodríguez y el propio Bolsonaro  pretenden ir contra lo que entienden es la influencia de la izquierda en los medios académicos y aquello que llaman “adoctrinamiento” en las aulas. Tal dispositivo estará consubstanciado en el intento de criminalizar el trabajo intelectual de los docentes de las universidades y también de la educación básica, a partir de la aprobación de proyectos inspirados en la ideología del movimiento Escuela Sin Partido, lo que ciertamente redundará en el despliegue de una ofensiva ideológica con vistas a la intimidación y al cercenamiento de la libertad, algo que deberá contar con el apoyo de parte del sistema judicial y del Ministerio Público.

Es justamente para atender esos dispositivos qué el colombiano fue confirmado en la cartera de Educación, cuando se dejaron de lado nombres que se mencionaban, inclusive el de Mozart Neves Ramos, ex rector de la UFPE (Universidad Federal de Pernambuco) y ex presidente de ANDIFES (Asociación Nacional de los Dirigentes de las Instituciones Federales de Enseñanza Superior), con amplios respaldos en los sectores conservadores en las universidades. Mozart Ramos era preferido en función de la presión de la bancada evangélica y de los partidarios del movimiento Escuela Sin Partido en el Congreso, que pretendían a alguien más vinculado a la ideología del movimiento, más orgánico en la huestes de la ultraderecha y con servicios prestados a la causa del liberalismo, la privatización y del mercado. En ese sentido, no hay dudas de que Rodríguez fue elegido porque es alguien que dice con todas las letras que es una bobada pensar en democratización de la universidad, o sea, el futuro ministro de Educación será un adversario feroz de la popularización de la enseñanza superior, inclusive de la políticas de cuotas, que permitió el ingreso de millares de negros a la universidad pública en los últimos años.

El hecho es que entre los miembros del gobierno de Bolsonaro, ciertamente existe la sensación de que un proyecto de gobierno de cuño entreguista y ultra-liberal no podrá tener éxito sin que sean calladas las voces de la universidad, escuelas y medios científicos, intelectual y artístico del país. Por cuenta de eso, se debe esperar una ofensiva en el sentido de intimidar la inteligencia, a los profesores, a la intelectualidad, las ciencias y las artes, un segmento que fue bastante importante en la lucha contra el golpe y en la movilización por la elección de Fernando Haddad en la segunda vuelta del pleito electoral de 2018.

Frente a los desafíos que se avecinan, es imprescindible la movilización de los estudiantes, docentes y del cuerpo técnico-administrativo de las universidades y escuelas, pues estas serán el blanco prioritario de esa ofensiva contra los trabajadores que se está por concretar. Construir organismos de frente único y en defensa de la democracia en cada lugar de estudio y de trabajo, organismos que sean capaces de articularse en frentes todavía mayores y más efectivos, es absolutamente esencial para que podamos resistir a los ataques del futuro gobierno, algo capa de hacer valer aquella máxima tantas veces repetida en estos días: “nadie suelta la mano nadie”.

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