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Bolivia – Horas de incertidumbre

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Polarizada y bajo la amenaza de un nuevo ciclo de protestas y represión, Bolivia celebra elecciones generales este domingo 18. Sus habitantes se preparan para lo que pueda ocurrir mientras enfrentan la crisis económica y una avalancha de rumores y noticias falsas sobre lo que sucederá este fin de semana.

Karen Gil, desde La Paz

Brecha, 16-10-2020

Soledad, de 22 años, cuida las tres bolsas de mercado y los quintales de arroz, azúcar y harina que acaba de comprar. Mientras espera que su mamá adquiera otros productos de la canasta familiar, cuenta que llegó temprano al mercado para abastecerse porque «cualquier cosa puede pasar» después de las elecciones nacionales de este 18 de octubre en Bolivia. Como la suya, otras familias hacen compras en la populosa calle Antonio Gallardo de la ciudad de La Paz para aprovisionarse, principalmente, de alimentos secos. Tras la experiencia de los conflictos poselectorales del año pasado, no quieren quedar desabastecidas.

Son las 8 del martes 13 de octubre, y en este sector hay más movimiento que en los días anteriores. Algunas personas hacen fila en la tienda de la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos, porque ahí el precio es menor que en otros lugares; otras ya abordan los taxis con varias compras. La harina es el producto más demandado porque, además, restan pocas semanas para la celebración de Todos Santos y los paceños requieren de esa materia prima para hacer los panes que ofrecerán a sus difuntos el 1 de noviembre.

Faltan cuatro días para las ansiadas elecciones nacionales, que fueron pospuestas tres veces debido a la pandemia del coronavirus. Los bolivianos las esperan con mucha incertidumbre porque se trata de un evento sin igual, ya que se realizarán después de la anulación de los resultados de los anteriores comicios a causa de un presunto fraude electoral. El fantasma de los conflictos sociales de 2019 –que duraron 35 días y en los que murieron 35 personas– toma más fuerza. Por ello, las gasolineras también se llenan de automóviles, públicos y privados, que buscan proveerse de combustible. El panorama es similar en los supermercados y mercados de La Paz y de la ciudad de El Alto.

Soledad dice que los conflictos del año pasado la sorprendieron con pocos alimentos y que le afectó el incremento de los precios de productos frescos; por eso, en esta oportunidad, también se surtió de verduras, que almacenará en su refrigerador.

Esta joven, que está en el último año de la carrera universitaria de Bioquímica, espera que no ocurra nada similar a 2019 tras estas elecciones y que los adeptos de las fuerzas políticas acepten el resultado, sea cual sea. Eso sí, quiere que haya un proceso eleccionario justo. Así, piensa que se podría evitar que haya una nueva convulsión social y que actúen las fuerzas coercitivas, algo que el gobierno ya anticipó.

«La presidenta lo ha dicho con claridad: “No se hagan a los vivos”. La Policía Nacional va a actuar, el Ejército va a actuar; nosotros no estamos de adorno», afirmó el ministro de Gobierno, Arturo Murillo, a inicios de este mes, tras su retorno de Estados Unidos.

Polarización

Wendy Chambi está segura de su voto. Sin dudarlo, dice que apoya a Luis Arce, candidato por el Movimiento al Socialismo (MAS) y exministro de Economía, a quien ya llama presidente. Dice que le gustan sus propuestas de «llevar adelante el país» y asegura firmemente que no desea que Carlos Mesa, el aspirante de Comunidad Ciudadana (CC), asuma la presidencia, porque «endeudará al país».

Ella tiene 32 años y es comerciante de artesanías en plena Ceja de El Alto, uno de los lugares más céntricos y populares de esa urbe. La mayor parte de los pobladores de esa ciudad apoyan al MAS y se levantaron para respaldar a Morales luego de que renunciara el 10 de noviembre del año pasado, tras 14 años en el poder.

Es mediodía y en medio de su puesto de venta de carteras y billeteras de cuero, guantes de lana y llaveros artesanales, Wendy asegura que el MAS ganará en primera vuelta, aunque sea con pocos puntos de diferencia, y que triunfará incluso en el caso de una eventual segunda vuelta.

—¿Y si gana Mesa? –le pregunto.

—No vamos a permitir, porque van a haber más bloqueos, convulsión, marcha. No va a ser normal nuestro país.

Asegura que, aunque gane Mesa en una segunda vuelta, habrá más presencia del MAS en la Asamblea Legislativa, lo que ocasionaría un escenario de ingobernabilidad. Esa posible situación también le causa incertidumbre.

La última encuesta de preferencia electoral, realizada el 11 de octubre y elaborada por la consultora Ciesmori para las redes televisivas Unitel y Bolivisión, coloca a Arce en primer lugar (32,4 por ciento) y a Mesa en segundo (24,5 por ciento), con una diferencia de 8,1 por ciento entre ambos candidatos, lo que significaría una segunda vuelta. Por debajo, y en tercer lugar, se encuentra Luis Fernando Camacho, de Creemos, con 10,7 por ciento. Hubo un 8,6 por ciento de encuestados que no quiso revelar su voto y los indecisos alcanzan el 6,2 por ciento.

Un joven se acerca al puesto de Wendy y pregunta por los llaveros, pero no los compra. La vendedora, quien trae mercadería desde el departamento de Cochabamba, relata que la venta no es como antes. Hasta octubre del año pasado, en un día bueno vendía un valor de 400 bolivianos (57 dólares), ahora sólo llega a 100 bolivianos. Siente que, desde que Jeanine Áñez gobierna el país, la economía entró en crisis y que para revertir esa situación votará por el MAS, al igual que el gremio al que pertenece.

La Federación Gremial de El Alto, uno de los sectores más numerosos –con cerca de 100 mil afiliados– y con mayor poder de movilización en aquella urbe, es aliada del MAS; incluso una de sus representantes es candidata a diputada por ese frente. Su secretario ejecutivo, Rodolfo Mancilla, asegura a Brecha que Arce es la única opción sólida para mejorar la situación del país. «En estos últimos diez meses no hay economía. Estamos fregados. So pretexto de pandemia, nos han encerrado más de 60 días, luego hemos vuelto a salir [a vender], pero la economía ha caído, ya no es igual; estamos obligados a apretarnos el cinturón», afirma.

Mancilla, quien es originario del área rural, como la mayoría de los comerciantes en El Alto, cree que las encuestas mienten y que el MAS ganará en primera vuelta. Para garantizar los resultados, los militantes de ese partido harán control social en todos los recintos electorales.

El dirigente teme que haya un posible fraude, postura que manejan hace algunos meses los líderes del MAS. Desde el mes pasado, Arce viene afirmando que Mesa sólo puede ganar en caso de que haya fraude, y que no confía en el órgano electoral.

Ante ese tipo de afirmaciones, el presidente del Tribunal Supremo Electoral, Salvador Romero, explica a Brecha que esa instancia garantiza «la mayor transparencia» en los comicios. Romero señala que se saneó el padrón, se rediseñó la cadena de custodia del material electoral, se reforzaron los sistemas de resultados preliminares y de cómputo, y se garantizó la presencia de cuatro misiones veedoras internacionales y de dos plataformas de organizaciones nacionales de la sociedad civil. «Hacemos una exhortación a la ciudadanía y a todos los actores políticos, sociales y regionales a que acudamos en un ambiente tranquilo», acota.

Voto útil

Mientras viaja en una cabina del teleférico Amarillo desde el sur de La Paz hacia Sopocachi, Pati, una joven de unos 35 años, evita hablar de política porque teme que las otras tres personas, que se dirigen a la urbe alteña, se molesten con su posición. Ella votará por CC porque dice que no «hay otra opción» que tenga oportunidad frente al MAS; cree que el partido de Morales ya tuvo su turno de gobernar por 14 años y que el país requiere una renovación.

Son las 19.45 y Pati regresa de su trabajo, en la banca privada, a su hogar. Tras bajar de la cabina, apura el paso para tomar movilidad, pues en La Paz aún hay restricción de circulación desde las 20, a causa de la pandemia. Ya en la calle, dice que Mesa es una persona preparada y que por ello este domingo le dará su voto, aunque admite que se trata de un «voto útil», es decir, para que no retorne el MAS al gobierno.

Aunque espera que este domingo gane Mesa, o que al menos se apunte a una segunda vuelta, Pati dice que, en caso de que ganara el MAS, ella respetará los resultados; sin embargo, no todos los partidarios de CC opinan igual. Muchos de los militantes afirman que, si su candidato no triunfa, saldrán nuevamente a las calles a «defender su voto». Lo mismo piensan los seguidores de Camacho, la opción radical contra el partido de Arce.

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Redes de desinformación

Pati, Soledad, Wendy y el dirigente gremial de El Alto tienen algo en común: se informan, principalmente, por las redes sociales. Por ello, la primera asegura que Mesa afirmó públicamente que pedirá dinero prestado del exterior; la segunda, que los masistas se alistan activamente para convulsionar las calles, y el tercero, que el candidato de CC tiene Alzheimer.

«Ahí está la certificación médica, que este señor [Mesa] es un olvidadizo está en las redes sociales», afirma Mancilla con mucha seguridad, pese a que la anterior semana esa información fue desmentida. Y es que una de las características de estas elecciones es que campea la desinformación, principalmente, en las redes sociales. Esto se incrementó a mediados de julio, cuando se reforzaron las campañas políticas.

Adriana Olivera, subeditora de Bolivia Verifica –medio digital que se dedica a la verificación de noticias– explica que los bulos circulan principalmente en Facebook, Twitter y Whatsapp, y que el análisis de las noticias falsas desmentidas por el medio indica que tienen el fin de asustar a la gente. «Desinforman sobre las encuestas, sobre las propuestas políticas, pero también sobre el hecho de que ambos bandos se estén armando de cara a las elecciones.»

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Con el politólogo y sociólogo boliviano Fernando Mayorga

La duda central

Francisco Claramunt

Brecha, 16-10-2020

—Por estos días la ONU, la Unión Europea (UE) y la Iglesia Católica manifestaron de forma conjunta su preocupación por el «clima de confrontación política» en Bolivia. ¿Cómo cree que puede influir este contexto en lo que suceda el domingo?

—Ha habido acciones de violencia, más que nada perpetradas por grupos parapoliciales organizados el año pasado, secundando el golpe de Estado contra Evo Morales, y que desde entonces han actuado de manera impune, incluso con el cobijo del gobierno y la Policía. En los últimos días esos grupos atacaron la sede de la Fiscalía General en la ciudad de Sucre. Ha habido también enfrentamientos e incidentes entre simpatizantes del MAS y otras fuerzas, pero han sido muy focalizados. El clima de temor y de violencia proviene más que nada por el riesgo de que los grupos parapoliciales puedan llevar adelante acciones durante y después de las elecciones. Sin embargo, ese ambiente no va a tener efectos inhibitorios en la asistencia a las urnas. Tampoco la pandemia los tendrá, puesto que ahora todos los actores políticos están impulsando la participación. Todo parece indicar que vamos a tener una asistencia mayor al 85 por ciento, el porcentaje histórico en Bolivia en los últimos 20 años.

—Esta semana el ministro de Gobierno instó a la Policía a que el día de las elecciones «vuelva a ponerse del lado correcto de la historia», en referencia al rol de la institución en los sucesos de noviembre. ¿Este tipo de comentarios se trata de exabruptos puntuales o responden a un comportamiento general del gobierno durante la campaña?

—El gobierno es fruto de un golpe de Estado y tuvo como primer objetivo proscribir al MAS y desmantelar su base organizativa. Como parte de esa conducta, la presidenta interina fue, en su momento, candidata para estas elecciones, aprobó una serie de decretos anticonstitucionales –puesto que permitían acusar de sedición a cualquier persona, de manera arbitraria– y encabezó una persecución a militantes sindicales y militantes del MAS. Cuando vino la pandemia y se tomaron medidas como la cuarentena rígida, estas tuvieron un carácter represivo y selectivo, con presencia militar y policial focalizada en lugares donde la población es mayoritariamente leal al MAS. Ahora el gobierno tiene un discurso de apoyo a Carlos Mesa –puesto que es el único que podría forzar una segunda vuelta– y lo acompaña de amenazas. Este martes, el ministro de Justicia dijo que el MAS «va a salir a matar más gente» si pierde. Lamentablemente, el Tribunal Superior Electoral [TSE] no ha llamado la atención a las autoridades por este tipo de intervenciones. Se trata de un gobierno que en 11 meses de gestión no sólo se ha caracterizado por su fracaso total en la lucha contra la corrupción, sino por su desvarío discursivo. La única motivación de su accionar político es la desaparición del MAS, la ilusión de que ese partido no sólo pierda las elecciones, sino que pueda disgregarse en el corto plazo.

—¿Hay garantías de que estas elecciones serán limpias?

—Sí. De la misma forma que lo fueron las del año pasado, que fueron anuladas por denuncias de fraude nunca comprobadas. Era cuestión de tiempo que se revelara que el comportamiento de la misión electoral de la OEA en aquel entonces fue tendencioso y formó parte de una lógica conspirativa. No hubo fraude porque el sistema electoral boliviano tiene varios elementos de resguardo. Ahora, tras lo sucedido el año pasado, se suma la presencia de una multitud de observadores internacionales, sobre todo de la UE. Va a haber mucha atención internacional. Y el TSE –salvo algunas acciones criticables, como las que mencionaba antes– ha tenido en general un desempeño aceptable. Considero que no es conveniente plantear dudas sobre este proceso electoral. Además, dudo de que se dé un resultado que invierta las tendencias de voto que están vigentes ahora.

—¿Ese resultado será respetado por ambos bloques?

—Esa es la duda central. La distancia entre Luis Arce y Carlos Mesa podría ser algo mayor al 10 por ciento. Y si eso no aparece, si la distancia apenas supera ese porcentaje, será decisiva la posición que tomen los rivales de Arce. De la misma manera en la que, si hay una diferencia menor a 10 puntos y hay segunda vuelta, será muy importante la posición del MAS. En ambos casos, el rol de los candidatos y de los líderes va a ser fundamental para que se concluya el recuento y se respeten los resultados. Hay que recordar que el año pasado la crisis empezó a raíz de una especulación en torno a resultados que no eran siquiera preliminares, sino fotografías de las actas. A las 8 de la noche había una diferencia de siete puntos a favor de Evo Morales respecto de Carlos Mesa y este declaró que ya estaba decidida la segunda vuelta. Al otro día la OEA dio un informe muy irresponsable: cuando el recuento estaba en el 95 por ciento de las actas, dijo que por la situación de polarización y por la diferencia muy estrecha –puesto que Evo Morales tenía entonces un 10,3 por ciento de diferencia con Mesa– era recomendable convocar a segunda vuelta. Un acto inverosímil porque nunca se vio que una misión de observación recomendara algo semejante, sin siquiera haberse llegado al recuento final oficial. Allí empezó la espiral que derivó en el golpe. Para este domingo hubiera sido adecuado un compromiso previo de aceptación de los resultados si es que no se pueden probar irregularidades, pero no lo hubo y ahora estamos con ese riesgo. Existe un contraste entre la amplia participación y confianza de la población, y el riesgo de que alguno de los sectores ponga en cuestión el resultado.

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