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Balacera en la plaza de Maipú

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Por Hugo Farías Moya

Hace un par de años atrás el actual Comandante en Jefe del ejército de Chile, General Ricardo Martínez, reconoció en una reunión sostenida en el aula magna de la Escuela Militar, ante más de 900 oficiales, que existen graves hechos de corrupción al interior de las Fuerzas Armadas y del propio ejército. Además de esto reveló lo siguiente: “Tenemos información de que hay oficiales y cuadro permanente que compra armas por la vía legal, después las dan por perdidas, pero lo que están haciendo es venderlas al crimen organizado, grupos de narcos, de delincuentes”, afirmó, sin arrugarse, ante sus subalternos.

       Después de más de dos años de estas gravísimas declaraciones, (22 de noviembre de 2018) que fueron reveladas a la opinión pública por el semanario The Clinic, aún no se sabe cuántos oficiales están presos por estos actos de corrupción. Donde están incluidos todos los ex comandantes en Jefe del ejército. Además, y tal como lo afirma el General Ricardo Martínez, no se sabe cuántos están procesados y dados de baja por la venta de armas al narcotráfico.

       La pregunta que uno se hace es: ¿cuantos han sido dados de baja por el propio ejército?, ¿cuantos están procesados y cuáles son las medidas adoptadas por el “glorioso” ejército de Chile? Para así evitar que estos luctuosos sucesos no se vuelvan a repetir. Ninguna.

       Al final tuvo que ser la justicia civil la que procesó estos actos de corrupción y enriquecimiento ilícito. La jueza Romy Rutherford, ha encauzado y detenido a varios oficiales del alto mando. Esta semana el fiscal regional de Aysén, Carlos Palma, informó que se dictó la orden de detención contra 800 militares en activo y retirados por un fraude dentro del Ejército por valor de unos 3.000 millones de pesos.

       Esta semana, el día miércoles 23 de diciembre, se produjo en la Plaza de Maipú un ataque desde una camioneta blanca hacia un grupo de personas que estaban comprando en los puestos navideños. Según los testigos, a lo menos 10 balazos se percutaron en unos segundos. Es decir, eran armas automáticas y de grueso calibre. Los maleantes contaban con una capacidad de fuego impresionante y de una cobertura logística sorprendente.

       Todo esto ocurrió a plena luz del día, a escasos 15 metros de una garita de carabineros, que está ubicada en la intersección de Avenida Pajaritos con Avenida 5 de abril. Resultado del tiroteo; una persona muerta y 6 heridos a bala. Después los noticieros mostraron los dantescos sucesos, con una gran profusión de imágenes. No sé si los que realizaron este acto a mansalva hayan sabido que actuaban sobre seguros, pero lo cierto es que por lo menos así se percibía.

       El móvil del ataque no se conoce, pero se percibe como un ajuste de cuentas, porque no hubo ningún robo, solamente un ataque a mansalva para producir terror. En otros países más serios esto se toma como «ATAQUE TERRORISTA», pero en Chile de hoy esto se cataloga como un simple hecho delictual. Que un grupo armado recorra la ciudad en vehículos robados se ha convertido en un hecho normal en el Chile neoliberal. Es decir, todos los males que aquejan y martirizan a países capitalistas se han trasladado a nuestro propio territorio.

       Como es habitual en tragedias como esta, siempre aparece lo mejor y lo peor del ser humano y esta vez no fue la excepción. Existen videos donde muestran a gente atendiendo a las personas heridos, algunos los reconfortan, otros les dan atención médica, aun a costa de su tiempo. Se reportó de una enfermera que comenzó a darles instrucciones a los transeúntes para ayudar a los heridos y que después acompañó hasta el hospital a los más graves. Por el contrario, las miserias humanas también afloran en situaciones como esta y varios de los peatones se pusieron a robar en los puestos navideños, aprovechándose del pánico reinante.   

       Si el móvil no era la venganza o un ajuste de cuentas, entonces puede ser un bautismo de fuego, donde los pandilleros para “graduarse” tienen que matar a gente inocente. Esto los hace adentrarse en el mundo delictual como verdaderos “expertos”. Cualquiera sea el móvil de este ataque hemos comprobado con verdadera vergüenza hacia nuestras autoridades como el narcotráfico ha cooptado casi todas las instituciones de la República. La muestra más patente de esta corrupción es la que se produjo en la Municipalidad de San Ramón. En esta comuna, ubicada al sur de Santiago, su Alcalde, Miguel Ángel Aguilera, miembro del Partido Socialista, ha convivido sin ningún reparo con las bandas del narcotráfico. No solamente el PS, sino que también el PPD ha estado en nexos con el narcotráfico ya que se encargan de sus campañas. De hecho, el jefe de gabinete del Alcalde de San Ramón lo encontraron conduciendo en un acto robado y su jefe de seguridad era un delincuente narcotraficante. Sin ir más lejos, el Partido Socialista hizo vista gorda a lo acontecido en San Ramón, principalmente porque el PS tiene casi el 5% de los militantes inscritos en un partido político. Cosa curiosa porque a nivel nacional no supera el 0,5% por comuna.

       En un reportaje de Ciper Chile dio cuenta de la grave situación de la municipalidad de San Ramón, donde su alcalde tenía contratados a 61 personas con antecedentes penales impedidos de ejercer cargos públicos y que la Contraloría había detectado. También Ciper Chile se refirió sobre los antecedentes de la compra de una casa en La Reina, que no declaró oportunamente y obtenida, por decir una palabra suave, en forma poco transparente. En resumen, lo que ocurre en la comuna de San Ramón es por hoy una muestra de lo que ocurre a nivel nacional, un territorio capturado por el narcotráfico. 

       Yo nací y viví mi adolescencia en la población José María Caro. Durante los años de democracia siempre fue un baluarte de los partidos de izquierda y durante la dictadura fue, junto a la población La Legua, La Victoria y Lo Hermida, y muchas otras, las que levantaron una feroz resistencia. De la única forma que las pudieron derrotar fue fomentando el consumo de drogas y la falta de educación.

       Si uno llega a la población José María Caro, que tiene una Comisaría y un cuartel de la policía de Investigaciones emplazados en su interior, se da cuenta de que el narcotráfico tiene prácticamente secuestrados a sus habitantes.  Si uno hace el simple ejercicio de querer comprar drogas, pregunta en cualquier esquina donde hay jóvenes y no tan jóvenes consumiendo y le responden: “en tal casa venden de la buena”. Entonces la conclusión a este flagelo es que los sucesivos gobiernos post dictadura fomentaron y dejaron actuar a las bandas de narcotráfico sin molestarlas o como vimos en casos anteriores, conviviendo con ellas. Esto no ocurre solamente en los barrios periféricos de la capital, sino en todos los sectores vulnerables de nuestro país, sin que las autoridades hagan algo por detener esta situación.

       Estos últimos años hemos visto como en los noticieros de la televisión muestra cómo en los funerales de los narcotraficantes se realiza una puesta en escena que debería avergonzar a nuestras autoridades. A vista y paciencia de la prensa se lanzan fuegos artificiales y lo peor, una demostración de fuerza mediante disparos al aire con armas automáticas y de grueso calibre, sin que carabineros ni la policía de investigaciones, que están avisados oportunamente de esta performance, intervengan para apresar a los delincuentes. Se ha dado el colmo del ridículo cuando carabineros escoltaron a estos funerales narcos sin intervenir cuando estos hacen usos de las armas para amedrentar a los pobladores decentes y honestos.

       Repito, cuando viví mi niñez y adolescencia en la población José María Caro, nuestros héroes y de quien nos queríamos reflejar no eran precisamente de nuestros próceres ni los padres de la patria, sino del jefe mafioso que era dueño de nuestro territorio. Como es lo habitual en estos casos, viven en la ostentación y muestran sin ningún pudor sus lujosos vehículos, sin que a nadie de la autoridad le sorprenda. Y este es el tipo de vida que añoran los niños y jóvenes, que después se convierten en “soldados” de estos jefes mafiosos llenándose de orgullo. Si por esas casualidades de la vida era muerto a causa de pandillas rivales, su mural pintado en las paredes del barrio es venerado como un verdadero santo. Esta es la actual paradoja de nuestras poblaciones obreras.

       Ya el narcotráfico ha logrado capturar a las FFAA, al gobierno, a las instituciones de la república. Debemos parar esto cuanto antes, de lo contrario nos convertiremos en una nación narco paramilitar como Colombia, México u otros países bananeros.

Hugo Farías Moya

28 de diciembre de 2020

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