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Austria – Memoria y Olvido. Recordando a Salvador Allende en el Parque Danubio.

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por León Viena.

 Viena, 10 de septiembre del 2017.

 

Desde Selva Negra, Alemania, hasta el Mar Negro, Rumania, el río Danubio, con sus 2860 kilómetros de largo, cruza las más importantes urbes de Europa, de oeste a este como un silencioso testigo de grandes revoluciones sociales y cruentas guerras que conmovieron y cambiaron radicalmente la faz europea. Aquí en Viena, junto a ese río, también hoy hemos recordado a Allende.

Allende fue el primer presidente socialista de Chile, 1970-1973, elegido por la voluntad popular. Fundador del Partido Socialista de Chile, marxista, hombre de larga tradición política en defensa de los trabajadores y trabajadoras de Chile, fue ministro de salud del Frente Popular de Pedro Aguirre Cerda, diputado, senador y presidente del Senado.

Allende murió, fusil en mano, ¡sí! y a mucha honra, en el enfrentamiento de la Moneda, defendiendo los derechos del pueblo, de los hombres y las mujeres, de la juventud y los campesinos. El 11 de septiembre de 1973 La Junta Cívico-militar, compuesta por el Generalato de las FFAA, FACH, Marina de Guerra, Carabineros de Chile en su conjunto, más el PDC, el PN, PL, las Oligarquías Chilenas y otros, inauguraban la larga noche de la dictadura que proyectaría su continuidad hasta nuestros días. La Junta Cívico-militar constaba, además, con el férreo apoyo de los EEUU y sus aliados regionales.Los criminales, dirigidos por Augusto Pinochet, se dieron a la tarea de “pacificar” al país, liberarlo del “cáncer marxista” en una inédita lucha contra el “comunismo internacional”, torturando, asesinando y haciendo desaparecer a miles chilenos.

Su gobierno fue la negación absoluta del proyecto de Allende. Su violencia desmedida y cruel contrasta notablemente con la opción del Presidente Allende, que optó por una vía propia al socialismo, a través de un proceso democrático de transformación social.

 

¡Que discurso y en Viena!

Hoy se ha recordado en Viena a Allende. Y se hace mención a la nueva democracia y unidad nacional, rechazando la polarización política del país en los setenta, dejando infiltrarse en el discurso una suerte de responsabilidad compartida en la violencia sufrida durante diecisiete años de Dictadura Cívico-Militar. No podemos conformarnos con esto.

¿Debemos suponer que el tiempo cura las heridas? ¿El tiempo degenera la memoria? ¿El tiempo acrecienta el Olvido? O es la comodidad de los chilenos que en este recordatorio opten por un discurso liviano, evasivo, proponiendo unidad y hegemonía nacional, con lo que en principio no tengo nada en contra. Al escucharlo no puedo evitar preguntarme, ¿De qué unidad y hegemonía y bajo qué condiciones, hablamos, si la brecha social se profundiza cada vez más en nuestra sociedad? Si los derechos humanos y los derechos laborales son manipulados y pisoteados hasta la indignidad, en una sociedad que ha privatizado lo más esencial para vivir: el agua, la salud y las pensiones y un sin fin de cosas más, ¿de qué unidad podemos hablar si persiste una sociedad violenta, discriminadora y represora de todos quienes levantan propuestas de cambio social o defienden los derechos humanos, ambientales y socioeconómicos de sus comunidades?

 

La falsificación histórica.

¿Cómo perciben esta etapa de la historia las nuevas generaciones hijas de la dictadura y criadas en una “democracia en lo posible” y “acceso restringido”, bajo décadas de formación por los medios de comunicación, las escuelas, centros de educación, en la cual priman la manipulación de la verdad, de la memoria histórica, el olvido y la quiebra de la solidaridad?¿Son conscientes de la magnitud de los crímenes de la Dictadura Cívico-militar?, ¿Son conscientes de su pasado o siguen optando, como lo hicieron y hacen los diferentes gobiernos post-Pinochet, por una suerte de democracia Low Power o una SanfteDemokratie?

Dice el discurso que la sociedad chilena fue polarizada a raíz de los hechos acontecidos durante el gobierno de Allende, colocando a la Unidad Popular como causante de la tragedia de Chile. ¿Era Allende un dictador como se insinúa? No. Solo es la opinión entregada por políticos, oportunistas y corruptos, de todas las tiendas, a las nuevas generaciones formadas en la mentira y el olvido. Restaurar la verdad histórica del gobierno de la Unidad Popular y de la figura de Salvador Allende, es una necesidad urgente, de ello depende el destino de la sociedad chilena, el bienestar del pueblo chileno y la seguridad que le pueda entregar a sus hijos e hijas.

Durante el gobierno de Salvador Allende, Chile y su pueblo gozaron de la digna admiración internacional, todo el mundo tenía sus ojos puesto en la larga faja de tierra, observando como un pueblo soberano recuperaba sus riquezas y recursos naturales y levantaba proyectos de transformación de las condiciones de vida de su población en salud, educación, trabajo y de la propiedad. Ahora, mucho de los políticos que fueron exiliados y sufrieron tortura, seretractan de sus principios, parecen sufrir de amnesia crónica de todo tipo y participan del gran circo nacional, alentando la impunidad de los crímenes de lesa humanidad, imperdonables, alentando la “democracia en lo posible”.

La verdad prefabricada por los administradores de la tragedia de Chile, intencionada,parece imponerse sobre la razón histórica. Saber la verdad histórica inquieta, “son cosas del pasado” dice el discurso, no le interesa; “los muertos, muertos son” y hay que dejarlos descansar en la paz de los cementerios, de las fosas comunes, en las cunetas o en el lugar que se encuentren. Aunque son muchos de los que aún no conocemos su destino, los chilenos de hoy parecen sentirse cómodos en su evasión. Nada parece importarles, digieren el discurso “de unidad” y lo aplauden, sin buscar conocer lo sucedido, sin desplegar un pensamiento crítico. No comprenden que la apariencia de paz en ausencia de justicia no es una garantía de no repetición ni de bienestar social.

 

Y sin embargo…

Salvador Allende fue un dictador marxista, dice el discurso. No fue así. Su ejemplo como político y estadista es de consecuencia y altura moral. Recordar a Allende, repasar su vida y su legado, nos obliga a pensar, nos lleva a cuestionar las profundidades del ser chileno. Por eso hoy hay quienes quieren sacarlo del lugar donde la memoria del pueblo lo ha colocado. Un lugar que intentan opacar los discursos que buscan exiliarlo de la historia y aquellos que buscan responsabilizar a su proyecto por la violencia desmedida de quienes se oponían a él. Por eso aún hoy somos muchos quienes lo recordamos, por sobre los discursos oficiales y las palabras de buena crianza, como el hombre que fue. Un político con dignidad.

 

 

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