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Asamblea constituyente y mucho más

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Oktubre.cl

por Esteban Rojas

Cuando las energías se vuelven a centrar en el plebiscito, es necesario repensar los marcos de institucionalidad envolvente y la participación en este. Sobre todo con algunos intentos de aprovechamientos del reformismo tratando de encapsular por arriba el trabajo popular y direccionar hacia sus intereses particulares.

Apelando a la memoria (cuestión que más molesta a este Estado) el plebiscito emerge de un acuerdo entre actores con nula representatividad popular, un congreso con un 3 % aproximadamente  y un ejecutivo con un 6%, un acuerdo destinado a salvaguardar la hegemonía de la burguesía “democrática” y con ello mantener la desigualdad y el sometimiento de la mayoría por la minoría. Esto fue dado en un contexto de opresión a las masas de la revuelta, de encarcelamiento a un pueblo, de explicita violación a los derechos humanos (abusos, mutilaciones, asesinatos), y que  a pesar de todo ello la movilización no decaía y se mantenía firme en sus demandas; “Renuncia Piñera”, “disolución de carabineros”, “asamblea constituyente libre y soberana”. Al pueblo no le extendieron una propuesta, no se les escuchó en sus demandas, se le impuso una vía para aplacar su paso agigantado.

Esto no implica que no haya sido un golpe para la élite y su herencia dictatorial; los niveles de explotación y precariedad de la población iban en auge, y con ello las riquezas (ganancias) que las mismas elites acumulaban. Este proceso viene a romper la existencia pasiva de la población chilena, y pone en pie nuestra existencia como pueblo.

Sin embargo, nuestra presencia no tendría sustento si no se manifiesta la unión y el poder del pueblo, es necesario recordar que la constitución termina siendo un papel, el cual sin la presión popular y los fines que esta aclame no tendría incidencia alguna. Por ello es necesario desbordar el proceso constituyente, aprobando, para consolidar nuestra presencia como demandantes de nuestros claros derechos, y con ello quebrantar el juego y escenario impuesto convencionalmente por la burguesía.

No creemos que el fin último sea una nueva constitución pactada con la codicia de las elites, creemos en la materialización de un pueblo cada vez más consciente y demandante, cada vez más unido y dispuesto a enraizar una alternativa revolucionaria.

No nos casamos con ilusiones dentro de la democracia burguesa, pero creemos que es un paso táctico participar, arrinconar a los sectores de la derecha dura, llegar a niveles de mayor organización, plantear demandas que desborden la institucionalidad neoliberal, pero hay que ser claros con las masas, sus demandas no se verán resueltas por un asamblea constituyente. Aprobar una constitución no finaliza ningún proceso, sino que de lo contrario, da comienzo a un nuevo periodo y sentido como pueblo, y que la actitud que tomemos allanará el camino hacia el fortalecimiento de las fuerzas del pueblo, apostamos por un proceso constituyente con las masas activas que profundice su proceso de politización y que nos permita construir fuerza social, aprobar para ir por mas, ganar para incrementar la moral del pueblo.

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