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Algunos historiadores son como periodistas de noticiero tv

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La Historia como ciencia oficial de propaganda           

El ataque japonés a Pearl Harbor hace 80 años como se conoce masivamente tiene un relato donde faltan datos. Jacques R. Pauwels entrega unos hechos que muestran dos acontecimientos diferentes.

Una narración conocida.

Estados Unidos se implicó activamente en la Segunda Guerra Mundial debido al ataque japonés a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941. Hacía tiempo que el presidente Franklin Delano Roosevelt quería entrar en guerra contra la Alemania nazi, pero no podía hacerlo porque los aislacionistas dominaban el Congreso. Sin embargo, después del traicionero ataque por sorpresa de Japón en Hawái el Congreso reconsideró su postura y accedió a declarar la guerra a Japón, lo que significaba también la guerra contra su aliado alemán.

Otra poco difundida.

A finales del siglo 19 una guerra contra España dio a Estados Unidos Puerto Rico, Cuba y Filipinas. También se había hecho de la independiente isla nación de Hawái.

Desde hacía tiempo las relaciones entre Washington y Tokio no habían sido buenas y empeoraron durante la década de 1930.

En la década de 1920 los estadounidenses habían fabricado portaaviones y bombarderos estratégicos.

En 1931 Japón creó el estado cliente de Manchukuo rico en materias primas en la región china de Manchuria.

La «fortaleza volante» B-17 despegó por primera vez en 1935.

Tokio entró en guerra con China en 1937.

Los japoneses parecían decididos a convertir a China y al resto del Lejano Oriente, incluidos los ricos en recursos Sudeste de Asia e Indonesia, en lo que denominaban un dominio económico propio, una «economía cerrada» en el que no tenía cabida la competencia estadounidense.

Hasta 1939 Estados Unidos manejaba entre el 75% y el 80% de las importaciones de petróleo de Japón.  

El 27 de septiembre de 1940 Japón, Alemania e Italia firmaron en Berlín el Tratado Tripartito que establecía que los tres países se comprometían a ayudarse mutuamente cuando uno fuera atacado por otro país. No si uno de ellos era el atacante.   

En 1940 el presidente Roosevelt estacionó una impresionante flota de barcos de guerra en Hawái.

El gobierno colaboracionista de Francia en Vichy transfirió en septiembre de 1940 el control de Vietnam a Japón.

En el verano de 1941 Washington empezó a trabajar sobre cómo provocar a Japón para que iniciara una guerra.

Como el presidente Roosevelt había decidido que «se debe ver a Japón dar el primer paso», hizo de «provocar a Japón para que cometiera un acto de guerra manifiesto la principal política que guio sus actos hacia Japón a lo largo de 1941». Stinnett

En el verano de 1941 Japón se apoderó de toda la «Indochina francesa».

El traslado a Filipinas a finales del verano de 1941 de un escuadrón de bombarderos B-17 fue provocación.

En el verano de 1941 el presidente Roosevelt autorizó el plan JB 355, una operación de «bandera falsa» para bombardear Japón con aviones aparentemente de China que estaba en guerra con Japón. El plan no se llevó a cabo.

El historiador estadounidense Michael S. Sherry menciona al Secretario de la Guerra, Henry L. Stimson, «que señaló que en conflictos pasados los japoneses se habían “arrastrado” y batido en retirada como “cachorros azotados” cuando Estados Unidos se mantuvo firme». El Secretario de la Marina, Frank Knox, estaba convencido de que el poderoso Tío Sam podría «borrar fácilmente [a Japón] del mapa en tres meses».

En respuesta a una consulta del presidente Roosevelt el almirante Thomas C. Hart, comandante de la flota asiática de Estados Unidos con base en Manila, le informó que «se cree que es sensata la idea de una guerra con Japón».

Se esperaba que el ejército japonés, cuya base estaba a lo largo de la frontera entre Manchukuo y Siberia, podría emprender de nuevo hostilidades contra la Unión Soviética, como ya había ocurrido en 1939, lo que haría que el interior japonés fuera vulnerable desde su periferia sur y este.

El 15 de julio de 1941 el embajador estadounidense en Tokio informó a Washington que se rumoreaba que las tropas japonesas se estaban concentrando cerca de centros estratégicos soviéticos como Vladivostok.

El gobierno Roosevelt en julio de 1941 congeló todos los activos japoneses en Estados Unidos y en colaboración con los ingleses y los holandeses impuso unas severas sanciones económicas a Japón, incluido un embargo a las exportaciones tanto de chatarra y otros metales vitales para la industria del acero de Japón como de productos petroleros.

El embajador estadounidense en Tokio insistió en que las sanciones podrían «obligar a Japón a arriesgarse a un “hara-kiri nacional”».  

Al discutir en una reunión del gobierno acerca de «si el pueblo nos apoyaría en caso de que atacáramos a Japón», Roosevelt «insinuó que Estados Unidos podría atacar primero, quizá después de que un incidente ofreciera un pretexto para hacerlo». Sherry

El 17 de agosto de 1941 Churchill informó a su gobierno que Roosevelt le había dicho que «emprendería la guerra, pero no la declararía» y que «se iba a hacer todo lo posible para forzar un incidente». Churchill concluyó que esperaba que la actitud de Roosevelt respecto a Japón fuera «cada vez más provocativa».

Al recordar las provocaciones en otoño de 1941 Roosevelt confesó más tarde a un amigo que «este pinchar continuamente con alfileres a las serpientes cascabel acabó haciendo que este país mordiera».

En octubre de 1941 «las estimaciones militares estadounidense […] todavía consideraban que el ataque a Rusia era la acción japonesa más probable y que el ataque a instalaciones estadounidense era muy poco probable».

En octubre de 1941 la revista Fortune publicó un artículo sobre el bombardero B-17. Su buena noticia era que, si «se utilizaba de forma contundente contra fábricas y civiles, esa arma destruiría el poder de producción [del enemigo] y, en última instancia, su voluntad de resistir, con lo que se le exigiría una rendición, aunque sus ejércitos permanecieran invictos».

A finales de octubre 1941 la revista estadounidense, United States News, publicó un mapa del Lejano Oriente en el que se veían unos bombarderos que se dirigían a Tokio desde Guam, Singapur, Hong Kong y Filipinas.

A finales de octubre de 1941 se rumoreaba entre la comunidad estadounidense en Manila que la tropa japonesa iba camino de Pearl Harbor.

En Manila, donde estaban estacionados ahora los B-17, George Marshall, Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, celebró una rueda de prensa el 15 de noviembre de 1941 en la que informó sin rodeos a un grupo de destacados periodistas estadounidenses a los que hizo jurar que guardarían el secreto que «preparamos una guerra contra Japón». Añadió que las bombas incendiarias lanzadas por los B-17 iba a borrar de la faz de la tierra «las ciudades de papel» de Japón y a matar de paso a miles de civiles, lo que bastaría para hacer que los cobardes «japos» izaran la bandera blanca.

El 26 de noviembre de 1941 el Secretario de Estado Cordell Hull envió a Tokio una categórica «Nota de diez puntos», conocida como la «Nota Hull», que incluía exigencias que se sabía eran inaceptables, como la retirada de sus tropas de China e Indochina.

El 26 de noviembre de 1941 se ordenó a una flota japonesa navegar hacia Hawái para atacar.  

Sherry, cita un artículo de la revista Life titulado «US Cheerfully Faces War with Japan» [Estados Unidos afronta alegremente la guerra contra Japón] publicado la víspera del ataque a Pearl Harbor, en el que se informaba de que los estadounidenses pensaban «con razón o sin ella, que los japoneses eran pan comido».

Los estadounidenses habían descifrado los códigos japoneses, de modo que los hombres que estaban en lo más alto de la cúpula de poder en Washington sabían exactamente dónde estaba la armada japonesa y qué intenciones tenía. Pero no se permitió que esta información llegara a los niveles más bajos y no se advirtió a los comandantes en Hawái, lo que permitió que se produjera el «ataque sorpresa» a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.

Al día siguiente del ataque Roosevelt logró que el congreso declarara la guerra a Japón.

Los barcos hundidos «en su mayoría […] viejas reliquias de la Primera Guerra Mundial» no eran en absoluto indispensables en la guerra contra Japón. Los barcos de guerra modernos, incluidos los portaaviones, no habían sufrido daños: justo antes del ataque Washington les había ordenado convenientemente abandonar la base y estaban a salvo en alta mar cuando se produjo el ataque japonés. Stinnett, 

Días después de Pearl Harbor, el 11 de diciembre, Hitler declaró inesperadamente la guerra a Estados Unidos.

Los dirigentes políticos y militares estadounidenses, incluido el presidente Roosevelt, no querían la guerra contra la Alemania nazi, pero sí contra Japón. El Tío Sam llevaba ya mucho tiempo preparándose para esa guerra, y anhelaba ganarla rápida y fácilmente. Provocaron deliberadamente a Tokio para que atacara Pearl Harbor de modo que el conflicto se pudiera presentar ante el Congreso y ante la opinión pública estadounidense como uno puramente defensivo. Después de este ataque el Congreso declaró la guerra a Japón, pero no a la Alemania nazi, que no tenía nada que ver con esa agresión. Fue Hitler quien de forma totalmente inesperada declaró la guerra a Estados Unidos, a pesar de que no tenía obligación de hacerlo según los términos de su alianza con Japón. De este modo Estados Unidos también se encontró en guerra contra Alemania, algo que no había previsto y para lo que no se había elaborado plan alguno.

Era seguro que Estados Unidos iría a la guerra con Japón.

El bombardeo a miles de civiles estaba decidido. Hiroshima y Nagasaki cuatro años después no fueron sorpresa.

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Fuente: http://malpublicados.blogspot.com/  Zona de los archivos adjuntos

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