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URGENTE TAREA DEL MOMENTO: UNIDAD Y LUCHA EN CONTRA DE PIÑERA Y SUS SECUACES

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por Gustavo Burgos

No hay dos opiniones. Desde la cuenta pública hasta el reciente cambio de gabinete ministerial el Gobierno de Piñera da tumbos, afirma su identidad y aspira a salir de su descrédito haciendo lo mismo de siempre y lo único que sabe hacer su titular: especular, jugar a la ruleta, a río revuelto a ver qué pasa. Pero como ocurre con los ludópatas –y este no es una excepción- a veces las cartas simplemente no se dan.

Si en la cuenta pública prometió una enorme cantidad de proyectos y finalmente lo único que quedó en la retina de la opinión pública fue la amenaza de reducir el Parlamento, con el cambio ministerial quedó claro que fue algo cosmético, que Piñera no se animó, como hizo Bachelet el 2015 en el segundo año de su segundo gobierno, cuando salieron Peñailillo y Arenas por Burgos y Valdés, en algo que fue visto como una cirugía mayor. Piñera parece evaluar que el hundimiento de su imagen política no resiste cambios en su equipo y, con Chadwick y Larroulet, se dispone –como dijo en el Salón Montt-Varas el pasado jueves- a “pasar a la acción”, dando a entender que su Gobierno ha sido presa de una oposición obstruccionista que le impide desarrollar el programa modernizador que la “ciudadanía” reclama.

Que el Presidente de la República sea un farsante y un especulador es un síntoma, un síntoma profundo, de la decadencia de la institucionalidad burguesa y de la incapacidad de su orden de democracia formal, patronal y proimperialista, para resolver los grandes problemas del país. Es la burguesía en su conjunto la que observa impotente como la guerra comercial entre las potencias imperialistas devora el valor de sus exportaciones e impone crecientes medidas proteccionistas. Los grupos económicos  se disponen a salvar sus intereses y a atacar a los trabajadores, mientras sostienen un discurso vacío de protección a la “clase media” y a las pymes, clase media y pymes que se disponen a masacrar. El ciclo recesivo que se profundiza en la economía mundial y que es inclemente con las grandes economías regionales de Brasil y Argentina, es la base material que sostiene las contrarreformas piñeristas en materia tributaria, previsional y laboral. Cuando Piñera dice que hay que pasar a la acción, no hace otra cosa que declarar la guerra a los trabajadores y explotados.

La acusación piñerista, proferida en contra de la oposición parlamentaria, de “obstruccionismo” no sólo es expresiva de las pretensiones dictatoriales del multimillonario derechista que imaginamos aspira a que la voluntad del país se incline ante su gobierno, sino que además carece de todo fundamento. Ni la ex Nueva Mayoría ni el Frente Amplio han llevado adelante una política de enfrentamiento al Gobierno. En todas sus políticas centrales han contado con un apoyo consistente de la DC, los radicales, el PS e inclusive –como ocurrió con el TPP11 y el Estatuto Laboral Juvenil- con el apoyo de los parlamentarios del Frente Amplio. La oposición no está en el Parlamento, está en las calles, es allí donde debemos poner nuestro foco de atención.

Desde casi dos semanas -el 3 de junio- 50.000 profesores, con una adhesión superior a un 80% y casi un millón de alumnos sin clases, el magisterio ha salido a reivindicar la deuda histórica, la carrera funcionaria y a rechazar el doble proceso de evaluación. La movilización debe ser saludada como la mayor desde 2015, tiene una dirección legitimada ante sus bases, la del humanista Mario Aguilar y se ha puesto como objetivo la reivindicación de condiciones laborales, estabilidad, igualdad y promoción. La cuestión de la deuda previsional histórica tiene más bien un carácter discursivo, porque –como dijo el sábado pasado a La Tercera- “no estamos pidiendo el pago completo, porque sería una suma sideral. Solo pedimos el reconocimiento de la injusticia y una reparación. Somos quijotescos; los profesores creen que es importante que se haga justicia”.

El viernes recién pasado 3200 mineros de Chuquicamata votaron la huelga en lo que promete ser un duro enfrentamiento con Codelco y el Gobierno (ver nota aparte). En la Salud se prepara CONFUSAM realiza su Congreso y en el área estatal, de la FENATS, se preparan de forma inminente nuevas movilizaciones. En Valparaíso, Pablo Klimpel anuncia reanudación de movilizaciones luego de 6 meses de dilaciones de TPS durante los cuales la empresa ha incumplido los acuerdos, sigue precarizando y discriminando. Hay un grupo de 23 compañeros que siguen en la lista negra de Von Appen.

En su conjunto, son diversos los sectores que salen a la movilización y lo hacen sin ningún tipo de coordinación. Es más, por parte de los dirigentes sindicales de estos movimientos el salir a movilizarse solos pareciera ser una garantía de la despolitización y pureza de su movimiento. Sabemos a dónde conduce esta forma de conducción: al aislamiento, al agotamiento del activismo, al repliegue del movimiento.

Pensemos en un caso concreto, la Coordinadora de Trabajadores No + AFP. Este importante movimiento llegó a movilizar el 2016 y 2017 a un millón  de trabajadores en las calles. El 2017, además, convocó a una cantidad similar a un Plebiscito que se realizó en medio de la campaña electoral de las presidenciales de ese año. Sin embargo, luego de la errática Iniciativa Popular de Ley (IPL) y sus Cabildos, la Coordinadora ha perdido toda capacidad de movilización. Las últimas convocatorias 31 de marzo y 30 de mayo han sido un completo fracaso y ante ello la conducción de Luis Mesina ha sido la de insistir en lo mismo, buscar el amparo poco auspicioso de los parlamentarios del Frente Amplio e impulsar acciones judiciales de un sentido agitativo. Todo esto último no puede sino que saludarse y apoyarse, todas las acciones desplegadas en pos de la lucha contra las AFP deben ser acogidas, pero no son la salida para la encrucijada del movimiento. No hay camino propio ni para No+AFP, ni para los Profesores, los Portuarios, mineros, ANEF, la Salud. No, solos seremos derrotados y eventualmente aplastados por un Gobierno patronal desesperado por la caída en su popularidad y la recesión económica. 

El Movimiento No+AFP no ha sido derrotado, así lo demostró el importante Encuentro Regional de Valparaíso el pasado 8 de junio. De hecho las encuestas ponen el problema previsional en la última CEP –el oráculo de la política chilena- como más importante que la delincuencia, preocupación que se ha mantenido siempre entre la mayor de los encuestados, porque prácticamente toda la institucionalidad y medios de comunicación del régimen conspiran para ello, como una forma de mantener viva la tesis del enemigo interno. Tampoco ha sido derrotado –en el sentido de aplastado- ninguna movilización obrera en este período. La disposición a luchar sigue encendida en todos los sectores trabajadores, estudiantes, pequeños comerciantes, campesinos a lo largo de Chile suman y juntan reivindicaciones, despliegan acciones aisladas, son contenidos, algunos derrotados, otros obtienen triunfos a lo pirro. No alcanza esta apretada nota para describir aquello que sigue ocurriendo en estos momentos en la base social del país.

Esta efervescencia popular, no el obstruccionismo como ridículamente plantea Piñera, es la que ha terminado por tumbar el proyecto de los “Tiempos Mejores” para el empresariado. El Gobierno de los patrones no supo, porque no puede, interpretar este fenómeno y su única respuesta ha sido la represión policial, las detenciones selectivas, las brutales acciones de FFEE de Carabineros cuyo único efecto es el de hacer más pronunciado el repudio masivo al Gobierno y a la propia policía, hundida como está también por la corrupción generalizada del Pacogate.

Tenemos de un lado un Gobierno patronal, que descaradamente gobierna al servicio de los grupos económicos, la banca, las multinacionales  y el imperialismo. La miserable opereta de Cúcuta en febrero pasado, con Piñera y Guaidó haciendo de mocitos de Trump en un intento golpista, es una postal del patético carácter de clase de este Gobierno. Tenemos que este Gobierno, consecuencia de lo anterior, enfrenta la protesta popular y para ello sólo dispone de la policía militarizada y los antimotines de Carabineros. Un Gobierno que no puede proponer –¡¡¡ni siquiera discursivamente!!!- nada al país. Un Gobierno que desesperado por la caída en la inversión y en la actividad económica ni siquiera es capaz de proponer un plan general de obras públicas. Un Gobierno que en una situación extrema para su supervivencia política es incapaz de desarrollar iniciativa alguna. Un gobierno comandado por un reyezuelo enceguecido por sus delirios de grandeza y la autocomplacencia. 

Ante esto, como salida superadora están los trabajadores, como única clase social con capacidad política y material de superar esta crisis. No el Parlamento ni sus bancadas de fantasmas. seguir leyendo

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