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Movimiento estudiantil feminista y transformaciones culturales antineoliberales

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EL MOSTRADOR
Columna de Opinión
por MARCELA VERA 18 mayo, 2018

Hasta hace muy poco tiempo, nadie daba crédito a las probabilidades de que existiera una toma en la facultad de economía de la Universidad de Chile o que ocurriera una toma en el Instituto Nacional por estudiantes del colegio Carmela Carvajal a un día de la denuncia de abuso sexual de una trabajadora inmigrante haitiana por un estudiante, ambos lugares símbolos del neoliberalismo y el patriarcado. La probabilidad de que esto ocurriera era casi nula. Pero ha ocurrido.

Que el movimiento social estudiantil trascendiera el 2011 las demandas exclusivamente gremiales y atentara contra el lucro elevó la capacidad de transversalizar la movilización a otros sectores sociales que se sentían identificados con la lucha contra el abuso. Fue a la vista de muchos y muchas una sorpresa la aparición de algo que cambiaría para siempre la manera de pensar de la sociedad chilena.

Las posibilidades de que el movimiento estudiantil ascendiera aún más en sus demandas superando las reivindicaciones económicas, y surgieran movilizaciones feministas que se tomaran colegios y al menos quince universidades con demandas respecto de las transformaciones culturales y del cuidado de sus cuerpos, respecto de las relaciones afectivas y/o sexuales, hasta hace unos meses algo muy difícil de que ocurriera y a la vista de un sistema patriarcal parecía prácticamente imposible. Pero aquí estamos, en ese caminar como mujeres que somos desde nuestras diversidades exigiendo igualdad, desbordando la institucionalidad.

Hemos soportado la articulación de las diferentes situaciones de vulneración de los derechos y la grave condena al sometimiento de una parte importante de la población. Las generaciones de mujeres que se han sentido humilladas, violentadas, abusadas, invisibilizadas han dicho en la voz de las estudiantes ya no más. Actualmente los petitorios denuncian la negación de los derechos de las mujeres en la actual institucionalidad. Situaciones que han intentado ser abarcadas mediante protocolos contra el acoso, el abuso y la discriminación quedan como letra muerta en los gabinetes universitarios. Es más, dichos protocolos no han incorporado la transformación institucional que se requiere para dar respuesta a la naturalización de la violencia contra las mujeres.

En este contexto las tomas en los distintos espacios universitarios han sido separatistas. Una de las razones radica en el hecho de que existan espacios a salvo, para poder debatir y expresar las problemáticas de acoso y abuso que las estudiantes han vivido por parte de sus compañeros, ayudantes y profesores. Dichos espacios separatistas han sido promotores de organizadas discusiones triestramentales, pudiendo las funcionarias y profesoras también participar en la elaboración de las experiencias y petitorios. De dichos espacios surge la pregunta de cómo los hombres, compañeros, ayudantes y profesores se construyen críticamente desde una nueva masculinidad, solidaria con las mujeres, que reconozcan las desigualdades existentes y sean capaces de hacer gestos y de generar sororidad en el acompañamiento de las transformaciones culturales, políticas, económicas, jurídicas y sociales que se requieren para crear un feminismo comunitario.

En este contexto las tomas en los distintos espacios universitarios han sido separatistas. Una de las razones radica en el hecho de que existan espacios a salvo, para poder debatir y expresar las problemáticas de acoso y abuso que las estudiantes han vivido por parte de sus compañeros, ayudantes y profesores. Dichos espacios separatistas han sido promotores de organizadas discusiones triestramentales, pudiendo las funcionarias y profesoras también participar en la elaboración de las experiencias y petitorios. De dichos espacios surge la pregunta de cómo los hombres, compañeros, ayudantes y profesores se construyen críticamente desde una nueva masculinidad, solidaria con las mujeres, que reconozcan las desigualdades existentes y sean capaces de hacer gestos y de generar sororidad en el acompañamiento de las transformaciones culturales, políticas, económicas, jurídicas y sociales que se requieren para crear un feminismo comunitario.

Mientras esto ocurre a una inicial y subordinada escala en los planteles educacionales la situación no es muy distinta en la vida política, económica, jurídica y cultural de las mujeres partícipes de la fuerza de trabajo.

En este sentido, a continuación resaltamos algunos antecedentes para saber qué ocurre en la vida laboral de las mujeres respecto de sus espacios productivos, según cifras del INE y de la superintendencia de pensiones.

Empleo

Cabe hacer notar que solo 3.754.950 mujeres son parte de la población económicamente activa, mientras que en el caso de los hombres 5.245.170 son parte de la población económicamente activa.

De esa fuerza de trabajo 3.457.910 mujeres se encuentran empleadas, mientras que en el caso de los hombres son 4.920.840 los que están empleados.

Salario

El ingreso mediano mensual de los asalariados es 385.104 pesos chilenos. Para hombres es de 401.630 pesos chilenos y para las mujeres de 350.000 pesos chilenos. Esta situación cambia según sea la forma de pago. Pudiendo llegar a ser en los casos de empleo informal, 148.040 pesos chilenos para las mujeres y 240.000 pesos chilenos para los hombres.

Brecha salarial

Respecto de las brechas salariales la situación es ya por ciertos sectores reconocida. Pero sería de esperar que a igual trabajo igual salario. No obstante, esto no es lo que está ocurriendo, y varía según la categoría laboral. En el caso de la presencia de un empleador, existe una brecha salarial del 25,1%, mientras que cuando es por cuenta propia la brecha salarial es 41, 9%, si es asalariado/a es de un 19,3%, mientras que para el caso de servicio doméstico es de un 10%.

Puestos de trabajo

Respecto de la participación en los puestos de decisión al interior de las empresas, solo el 32,4% de las mujeres asalariadas posee un puesto de responsabilidad o decisión mientras que el 67,6% de los hombres desempeña puestos de responsabilidad o decisión.

Asimismo, el tipo de labor intensiva en mano de obra femenina normalmente trata de los trabajos respecto del cuidado de la sociedad, los cuales poseen remuneraciones más bajas, tales como los trabajos en enseñanza ( 70,8%), servicios sociales y de salud (70%), hogares privados con servicio doméstico (83,9%) y organizaciones extra territoriales (71,9%).

Pensiones

Considerando que la definición de Mideplan de la línea de la pobreza está en 151,669 por persona y que la Línea de la pobreza extrema está en 101,113 y el sueldo mínimo es de 257.500 pesos, al menos el 55% de la población recibe una pensión (en edad o anticipada, programada o temporal) que está por debajo de la línea de la pobreza. Y el 24% de la población recibe una pensión por debajo de la línea de pobreza extrema, considerando que la pensión Básica Solidaria de Vejez y de Invalidez, es $102.897.

El 88,4% de la población pensionada en la modalidad de pensión de vejez con retiro programado, recibe menos de 200.000 pesos chilenos, 87% en el caso de los hombres y 94% en el caso de las mujeres, reciben menos de 200.000 pesos chilenos.

El sistema de pensiones sigue estando diseñado sobre la base de un trabajador a tiempo completo con un empleo y una cotización estables a lo largo de su vida laboral. Así invisibiliza de manera interesada las trayectorias femeninas y las importantes aportaciones que durante su vida las mujeres realizan a la sociedad en forma de cuidados y trabajo doméstico o trabajo reproductivo. También discrimina a las personas que no desarrollan una carrera laboral y de cotización estables como resultado de períodos de desempleo, contratación temporal y/o informal o períodos de conciliación de vida laboral y familiar de cierta duración, entre otros factores que normalmente son vividos por lo general por las mujeres. El reconocimiento de las trayectorias masculinas y la penalización de las femeninas limitan los derechos sociales, las condiciones de vida y la autonomía económica de las mujeres.

Desde estudios, los salarios y hasta las pensiones, se reproduce un sistema que genera desigualdad tanto estructuralmente como personalmente; se produce una economía, una sociedad y una cultura en la cual el ciclo de vida completo está en torno a la miseria de las mujeres y es por eso que hoy ocurre su despertar político.

El neoliberalismo ha construido una estructura de dominación en la que ser mujer, de color o de los pueblos ancestrales, pobre y su interseccionalidad sitúa a las mujeres en un espacio de exclusión y desigualdad.

Es un hecho que el siguiente juego de toma de conciencia será la comprensión y liberación de la sociedad chilena de las estructuras de dominación, desigualdad y violencia contra las mujeres.

El feminismo podría aun considerar solo el reconocimiento individual de los derechos reproductivos, productivos y sexuales de las mujeres. En este sentido la invitación que hace el movimiento estudiantil feminista a través de sus comunidades universitarias y sus comunidades escolares es a crear un feminismo comunitario que reconozca esos derechos de forma colectiva, generando un aporte real en el tejido comunitario de nuestra sociedad.

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