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Marx, ¿un economista del siglo XIX?

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Debates

A propósito de la biografía de Jonathan Sperber   

Marx, ¿un economista del siglo XIX?

 

Michel Husson

A l´econtre, 17-10-2017, https://alencontre.org/

Traducción de Viento Sur, http://www.vientosur.info/

 

Acaba de publicarse la traducción francesa de la biografía de Jonathan Sperber,1/ titulada Karl Marx, homme du XIXe siècle. Es la ocasión, 150 años después de la publicación del Libro I de El Capital, de preguntarnos si hay que considerar a Marx un economista del siglo XIX.2/

La biografía de Sperber está consagrada esencialmente a la vida privada de Marx y a su relación con las corrientes de pensamiento de su época. La tesis central –Marx es una “figura del pasado” (a backward-looking figure)– tiene al menos la ventaja de librar a Marx de toda responsabilidad sobre la práctica ulterior del “marxismo-leninismo” con salsa estalinista. Pero en sentido inverso, remite a Marx a la historia de las ideas, carente en el fondo de todo interés de cara a la interpretación del mundo contemporáneo, por no hablar ya de los proyectos encaminados a transformarlo. Esta tesis, evidentemente, es discutible y al respecto nos remitimos a las reseñas críticas sobre el conjunto de la obra, para examinar aquí el capítulo que habla de Marx como economista.3/ Este aspecto de la obra de Marx solo ocupa, por cierto, un espacio singularmente reducido: una cuarentena de páginas de un total de 500.

Sobre el método

Sperber propone una lectura “heguelianizada” de Marx. Por ejemplo, escribe que “Marx solamente fue capaz de mostrar cómo la apariencia del sistema depende de las lógicas asociadas a sus funcionamientos internos recurriendo al trabajo hegueliano de desarrollo conceptual”. Lenin afirmó que “no se puede comprender plenamente El Capital de Marx, y en particular su capítulo I, sin haber estudiado mucho y sin haber comprendido toda la Lógica de Hegel”.4/

No obstante, sin entrar en un debate que va más allá de las competencias de un economista, no hay que olvidar que Marx no fue únicamente discípulo de Hegel y que criticó el idealismo de este. Sperber cita su célebre fórmula, según la cual, en Hegel, la dialéctica “se halla cabeza bajo; basta colocarla sobre los pies para descubrir en ella la fisionomía plenamente razonable”.5/ Sin embargo, si se recuerda que la redacción del Libro I es posterior al grueso de los manuscritos que darán lugar a la publicación por Engels de los Libros II y III, se constata que Marx partió de los aspectos más concretos del funcionamiento del capitalismo antes de derivar de ello los conceptos más abstractos. El orden de la exposición que siguió es entonces inverso al orden de la investigación, como él mismo explica con toda claridad:

El procedimiento de exposición debe distinguirse formalmente del procedimiento de investigación. Con la investigación de trata de apropiarse de la materia en todos sus detalles, de analizar sus diveras formas de desarrollo y de descubrir su vínculo íntimo. Una vez realizada esta tarea, y solamente entonces, se puede exponer el movimiento real en su conjunto. Si se consigue, de manera que la vida de la materia se refleje en su reproducción ideal, este milagro puede hacer creer que se trata de una construcción a priori.6/

Esto es asimismo lo que expresa la primera frae de El Capital:

La riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un “enorme cúmulo de mercancías”, y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza. Nuestra investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de la mercancía.

El caso es que Sperber no es fiel a su lectura “hegueliana” en un punto importante. Hace de la dicotomía entre valor de cambio y valor de uso una de las cinco “distinciones conceptuales” que según él estructuran la teoría económica de Marx. Sin embargo, esta “distinción conceptual” no debe entenderse, evidentemente, como una pura oposición binaria. Ahora bien, en esta cuestión fundamental, Sperber comete un error –ya clásico, por cierto– consistente en sostener que Marx no concede ningún papel a la “utilidad” (el valor de uso) en la formación de los precios de las mercancías. Esta es incluso, según Sperber, una de las razones por las que los marginalistas pudieron imponerse sobre la tradición clásica (de la que formaría parte Marx): su enfoque “combinaba el valor de uso y el valor de cambio, que Marx había separado con tanto esmero”. Así, la “distinción conceptual” se convierte en una “sepración” poco dialéctica y que no se corresponde en nada con el planteamiento de Marx.

Una pequeña frase habría bastado para suscitar de entrada la duda sobre la comprensión de Marx por parte de su biógrafo: “el Libro I de El Capital estaba consagrado a la distribución”, escribe. Esta es una sandez reveladora: el Libro I está consagrado principalmente a la teoría del valor y no trata del reparto, sino del análisis del “laboratorio de la producción”, por retomar la expresión del propio Marx.

Sobre la caída tendencial de la tasa de beneficio

Sperber no arroja ninguna luz realmente nueva sobre esta cuestión ampliamente debatida. Recuerda que la ley de la caída tendencial de la tasa de beneficio era para Marx “la ley más importante de la economía”, pero que esta proclamación, efectuada en los Grundrisse, vino sin duda un poco pronto. En efecto, Marx volvió “constantemente sobre este problema y escribió ecuaciones por última vez en 1882, un año antes de su muerte, proponiendo numerosas explicaciones y soluciones, de las que ninguna le parecía del todo satisfactoria”. A este respecto se hace referencia a los trabajos de Michael Heinrich, quien propone una demostración análoga, basada en particular en una nota manuscrita de Marx que apunta en sentido contrario al de la famosa ley.7/

Los argumentos de Sperber sobre esta cuestión son, en efecto, bastante deshilvanados. Por ejemplo, según él, Marx planteó que los aumentos de productividad podían “incrementar la tasa de plusvalía, la tasa de beneficio y el salarios de los obreros al mismo tiempo”, pero “semejante desarrollo, añadía Marx, solo sería posible en una economía comunista, nunca en una economía capitalista”. Me pregunto dónde habrá ido Sperber a buscar este argumento descabellado. Mejor que hubiera meditado sobre una de esas “causas que contrarrestan la ley” y que basta para poner en tela de juicio su existencia como ley:

La misma evolución que hace que aumente la masa del capital constante en comparación con el capital variable hace que disminuya el valor de sus elementos debido al aumento de la productividad del trabajo e impide así que el valor del capital constante, que sin embargo crece sin cesar, no aumente en la misma propoción que su volumen material. En algún que otro caso, la masa de los elementos del capital constante puede incluso aumentar, mientras que el valor permanece igual o incluso disminuye.8/

Sperber menciona asimismo la idea de que “los capitalistas son reacios a introducir una maquinaria más productiva y formas más eficaces de producción porque esto haría que sus equipos existentes se volviern obsoletos y se redujera la tasa de beneficio”. Existe efectivamente un pasaje en el que Marx plantea esta conjetura:

Ningún capitalista empleará de buen grado un nuevo modo de producción, independientemente de la proporción en que aumente la productividad o la tasa de plusvalía, si con ello se reduce la tasa de beneficio.

Esta idea se teorizará más tarde con el nombre de “teorema de Okishio”.9/ Sin embargo, esta hipótesis es contradictoria con el conjunto del análisis de Marx de la competencia, que, una página más adelante, concluye así su comentario: “En una palabra, este fenómeno es un efecto de la competencia; ellos también tienen que adoptar el nuevo modo de producción”.10/

Sobre la transformación de los valores en precio

Sperber tampoco aporta nada nuevo en este terreno y se contenta con repetir la doxa dominante: “Como han señalado los discípulos de Sraffa, la solución que da Marx al problema de la transformación es formalmente inexacta”. No obstante, tiene razón cuando menciona que la perecuación de la tasa de beneficio no se produce mediante transferencia “de los sectores más mecanizados a los menos mecanizados”, cosa que ya nadie sostiene (o no debería sostener).

Podría haber indicado que esta línea de crítica se remonta de hecho a Eugen Böhm-Bawerk, a quien cita en relación con otras cuestiones. Aunque señalemos de paso que esta es una referencia sorprendente, pues Böhm-Bawerk, el mismo que reprochaba a Marx sus errores de cálculo, cometió a su vez uno, y bastante gordo, en su cálculo de la “duración media del periodo de producción”. Esto es lo que subrayó Paul Samuelson en un artículo en que hizo balance del debate sobre la teoría del capital (y en el que capituló ante sus adversarios): Böhm-Bawerk confunde interés simple e interés compuesto y por tanto su medición “ya no merece que nos refiramos a ella”.11/

No es extraño que Sperber no mencione el enfoque TSSI (Temporal Single-System Interpretation), que elimina los supuestos errores de Marx. La clave de esta “solución” la resume así Ernest Mandel:

Los insumos de un ciclo de producción son datos disponibles al comienzo de este ciclo que no tienen efecto alguno en la igualación de las tasas de beneficio en los distintos sectores de producción durante este ciclo. Basta suponer que ya han sido calculados en precios de producción y no en valores, y que estos precios de producción resultan de la igualación de las tasas de beneficio en el transcurso del ciclo de producción precedente, para que desaparezca toda incoherencia.12/

Por lo demás, Mandel se limita a seguir esta indicación de Marx:

El coste de producción de la mercancía está determinado; representa un dato independiente de la producción del capitalista, mientras que el resultado de su producción es una mercancía que contiene la plusvalía, que es un excedente de valor con respecto a su coste de producción.13/

Sobre la renta

El libro contiene una exposición bastante amplia dedicada, con razón, a la teoría de la renta. No carece de interés, pero se contradice con la tesis general de Sperber, ya que este –además de no discernir correctamente el vínculo con la teoría del valor– no ve que esta teoría puede extenderse a otros terrenos distintos de la renta de la tierra. “¡Todos rentistas!”, proclama por ejemplo Philipe Askenazy en un libro reciente.14/ El análisis de la renta inmobiliaria o petrolera es perfectamente posible empleando el marco teórico de Marx y de los clásicos. Lo mismo podemos decir del debate que acaba de iniciarse en EE UU sobre los superbeneficios de las grandes empresas a partir de un estudio de su “poder de mercado”.15/ Todas estas cuestiones deben abordarse a partir del principio metodológico de Marx, que establece que la renta es una captación de la plusvalía producida en los demás sectores. Es esta una aportación fundamental que permite, por ejemplo, evitar el error consistente en pensar que existen fuentes de creación de valor distintas del trabajo (por ejemplo, las “finanzas”).

La lectura de Sperber, que declara a Marx un hombre del siglo XIX, es, en el fondo, coherente con su representación de que la supremacía de la economía marginalista (o neoclásica) es el fruto de un progreso lineal de la ciencia económica. Ahora se trata de criticar esta lectura mostrando cómo las problemáticas marxistas tienen prolongaciones –y no únicamente entre los marxistas– a lo largo de los 150 años que nos separan de la aparición de El Capital.

Marx, ¿un economista del siglo XIX?

La clave del análisis de Sperber es coherente con su tesis más general. Podemos resumirla así: Marx es el último de los economistas clásicos (en el linaje de Smith y Ricardo), pero, por desgracia para él, en el momento en que Engels publica los Libros II y III de El Capital, la economía está a punto de bifurcarse y de romper con esta línea de pensamiento. Dejemos de lado la cuestión de saber si Marx se sitúa en la prolongación/superación de Ricardo o en ruptura total con él para captar esta clave de la lectura de Sperber, quien al menos podría haberse preguntado por qué el subtítulo de El Capital es “Crítica de la economía política”. De ortodoxo (sic), Marx habría pasado así bruscamente a devenir obsoleto:

Cuando sus ideas se difundieron finalmente entre un público más amplio (…), todo esto había cambiado. Lo que antaño había sido la ortodoxia económica se había convertido, para la corriente dominante, en obsoleta y no científica o, si se prefiere, en disidente y no ortodoxa.

De ahí la conclusión radical de Sperber:

Encontramos en la obra de Marx pocas cosas que interesen a las tendencias de la economía o de la teoría económica de finales del siglo XIX y del siglo XX.

Esta visión es de un simplismo desconcertante. Olvida que la teoría marginalista no se tornó dominante en virtud de su superioridad intrínseca, sino porque ofrecía una alternativa a las implicaciones subversivas de la teoría de Marx. Es preciso reproducir de nuevo lo que escribió en 1899 John Bates Clark, uno de los fundadores de la teoría neoclásica del reparto:

Los trabajadores, nos dicen, se ven desposeídos permanentemente de lo que producen (…). Si esta acusación estuviera fundada, toda persona dotada de razón debería hacerse socialista, y su voluntad de transformar el sistema económico no haría más que medir y expresar su sentido de la justicia.

Para responder a esta acusación –que hace referencia claramente a la teoría marxista de la explotación– hace falta, explica Clark, “descomponer el producto de la actividad económica en sus elementos constitutivos, con el fin de ver si el juego natural de la competencia lleva a no a atribuir a cada productor la parte exacta de las riquezas que contribuye a crear”.16/

Piero Sraffa dedujo una constatación amarga de lo que llamó la “degeneración” de la teoría del valor:

Con el ataque frontal de Marx, la aparición de la Internacional y la Comuna de París, hacía falta una línea de defensa mucho más resuelta (…), había que pasar a la utilidad, de ahí el éxito de los Jevons, Menger y Walras. La economía clásica tomada en su conjunto resultaba demasiado peligrosa: había que dar al traste con ella como tal. La casa estaba en llamas y amenazaba con incendiar toda la estructura y los cimientos de la sociedad capitalista: la economía clásica fue inmediatamente suplantada.17/

Marx, fundador de la macroeconomía moderna

En el Libro II de El Capital, Marx expone los esquemas de la reproducción que distinguen dos grandes secciones: la sección I, que produce los bienes de equipo, y la sección II, que produce los bienes de consumo. Describe las condiciones de reproducción, o dicho de otro modo, las relaciones que han de existir entre la producción de las empresas y sus mercados. Estas relaciones se expresan en valor, pero Marx insiste también en el hecho de que la estructura de esta oferta debe corresponder a la de la demanda social en términos de valor de uso. Es este un punto importante que permite no ver en Marx tan solo al teórico exclusivo del valor-trabajo que habría despreciado así las “preferencias de los consumidores”, por retomar la terminología moderna.

El enfoque de Marx se inspira a todas luces en el famoso Cuadro de Quesnay18/ (otra “figura del pasado”), que era según él un “planteamiento tan simple como genial para su época”.19/ El sistema de los fisiócratas representaba a ojos de Marx “la primera concepción sistemática de la producción capitalista”, por mucho que los “límites de su horizonte” llevaran a Quesnay a postular que “la agricultura constituye la única esfera de inversión en que el trabajo humano produce plusvalía”.20/ En una carta del 6 de julio de 1863, Marx muestra a Engels un esquema en que se ve cómo “traduce” el cuadro de Quesnay a su propio sistema conceptual.

Por tanto, incluso si no partió de cero (podríamos citar también a Sismondi entre sus fuentes de inspiración), se puede sostener que Marx es el fundador de la macroeconomía moderna. Así lo reconoció la keynesiana de izquierda Joan Robinson, que por lo demás era muy crítica con Marx21/: “partir de Marx le habría ahorrado [a Keynes] muchos problemas” (a lot of trouble). Habla de otro economista keynesiano, Richard Kahn, quien en un seminario en 1931 trató de “explicar el problema del ahorro y de la inversión imaginando una red que parte de los sectores que producen bienes de equipo y después estudiando sus relaciones con los sectores de bienes de consumo”. Con ello, sin embargo, añadió Robinson, no hacía más que “redescubrir los esquemas de Marx”.22/ Incluso Paul Samuelson, blanco favorito de las invectivas de Robinson y a su vez un crítico sumamente cáustico de Marx, admitió que “sin duda todos habríamos salido ganando si hubiéramos estudiado antes los cuadros de Marx”.23/

Pero el mejor homenaje es el que pronunció Wassily Leontief en 1937, durante un coloquio organizado por la American Economic Association sobre “el significado de la economía marxista”. Leontief es el fundador del análisis input-output, que describe las relaciones entre las distintas ramas de la economía, lo que los contables nacionales denominan hoy los consumos intermedios. Leontief fue a su vez alumno de Ladislaus von Bortkiewicz, cuya crítica de Marx sobre la cuestión de la transformación está en el origen de toda la literatura neoricardiana. Para Leontief,

Quien trate de comprender realmente la realidad de los beneficios y salarios en las empresas capitalistas puede encontrar en los tres volúmenes de El Capital informaciones de primera mano, más realistas y pertinentes que en diez volúmenes de la inspección de mercancías de EE UU, en una docena de manuales sobre las instituciones económicas contemporáneas e incluso, me atrevo a decir, en las obras completas de Thorstein Veblen.24/

Leontief subraya en particular que Marx “desarrolló el esquema fundamental que describe las relaciones entre los sectores de los bienes de consumo y de los bienes de equipo. Por mucho que no cierre el tema, el esquema marxista sigue siendo una de las raras propuestas en torno a las cuales existe un amplio consenso entre los teóricos del ciclo económico”, y añade que “el análisis contemporáneo del ciclo económico es claramente tributario de la economía marxiana. Sin suscitar la cuestión de la prioridad, no sería exagerado decir que los tres volúmenes de El Capital contribuyeron más que cualquiera otra obra a situar esta cuestión en el centro del debate económico”. Compárese este elogio con el juicio incongruente de Sperber, según quien “al Libro I de El Capital le falta una teoría explícita de los ciclos económicos y de las crisis comerciales. Y si bien el tema se desarrolla más en el Libro III, publicado a título póstumo, su contenido difiere sustancialmente de las afirmaciones del Libro I”.

Claro que Marx no utilizó el cálculo matricial, pero para András Bródy, otro experto de referencia para el análisis input-output, “lo esencial ya estaba ahí”. Bródy da como ejemplo un esquema estraído de los Grundrisse,25/ que según él resulta tanto más interesante cuanto que Marx parte de coeficientes técnicos para construirlo: “este podría ser muy bien el primer cuadro de entrada-salida (ficticio) en ciencia económica”.26/ En la misma onda, el marxista polaco Oskar Lange demostró la estrecha correspondencia que existe entre la matriz input-output de Leontief y los esquemas de Marx.27/

Tampoco está de más afirmar que los esquemas de la reproducción inspiraron el modelo de equilibrio general de John von Neumann28/ (que produce un esquema de crecimiento equilibrado). Para Nicholas Kaldor29/, este modelo es “en realidad una variante del enfoque clásico de Ricardo y Marx”. Como ya hemos señalado, los esquemas de reproducción de Marx le sirvieron para establecer las condiciones de esta reproducción, pero toda su lógica llevaba acto seguido a mostrar que las mismas no podían verificarse más que de modo excepcional debido a la competencia entre capitales y la presión constante sobre los salarios; de ahí la posibilidad de las crisis. Sin embargo, ciertos autores que se reclaman del marxismo, en particular Michel Tougan-Baranowski, realizaron un análisis “armonicista” de los esquemas de reproducción y abrieron un debate que de hecho no se ha agotado.30/

También podríamos citar a Martin Bronfenbrenner, para quien posiblemente Marx no sea el más grande de los economistas, pero sí, sin duda, “el más grande teórico de ciencias sociales (social scientist) de todos los tiempos”.31/ Acuñó esta bonita fórmula (que podría atribuirse a Piketty): “El Capital sigue siendo el libro más influyente aunque nadie lo lea”. Bronfenbrenner enumera las aportaciones “modernas” de El Capital, que “los economistas universitarios olvidaron casi totalmente hasta la década de 1930”. Menciona en particular “la articulación armoniosa y natural entre estática y dinámica”, deplorando al mismo tiempo que “el análisis estático se hubiera impuesto en la década de 1870 y que todavía no hayamos vuelto al nivel de Marx”.

El desempleo

La victoria de los marginalistas, que según Sperber convirtió a los clásicos en cosa del pasado, tuvo por efecto colateral la desaparición casi completa de toda teoría del desempleo. Tuvo que producirse la crisis de la década de 1930 para que la cuestión fuera abordada de nuevo por Keynes. No obstante, fue después de la segunda guerra mundial cuando reapareció la problemática de Marx en la forma extraviada de la “curva de Phillips”.32/ La idea es que existe una relación inversa entre la tasa de paro y la progresión de los salarios. Los economistas dominantes dedujeron de ello la noción de la tasa de paro “natural” que no debe rebasarse a la baja si se desea evitar un “patinazo salarial” descontrolado. La Comisión Europea calcula actualmente la NAWRU (non-accelerating wage rate of unemployment), o sea, la “tasa de paro que no acelera los salarios”. Pero también se podría hablar (como es demostrable) de una “tasa de paro que no hace descender los beneficios”.

A los economistas del sistema les habrá bastado invertir la teoría del “ejército industrial de reserva”, que Marx formuló de este modo:

Las variaciones de la tasa salarial general no responden por tanto a las de la cifra absoluta de la población; la proporción diferente según la cual la clase obrera se descompone en ejército activo y ejército de reserva, el aumento o la disminución de la sobrepoblación relativa, el grado en el que esta se halla ora “ocupada”, ora “desocupada”, en una palabra, sus movimientos de expansión y contracción alternativos corresponden a su vez a las vicisitudes del ciclo industrial, que es el que determina exclusivamente estas variaciones. (…) De este modo, la sobreproblación relativa, una vez convertida en el pivote sobre el que gira la ley de la oferta y la demanda de trabajo, solo le permite funcionar dentro de unos límites que dejan suficiente campo libre para la actividad de explotación y el espíritu dominador del capital.33/

El carácter cíclico de la economía política

Podríamos hablar de muchos otros aspectos. Por ejemplo, los análisis de Marx del capital portador de interés son de una actualidad asombrosa tras diez años de crisis y resultan muy útiles para rechazar concepciones erróneas según las cuales “las finanzas” son una fuente autónoma de valor y no un instrumento de captación del valor producido en la llamada esfera productiva.34/ Toda la tesis de Sperber se basa, como hemos visto, en el postulado de un progreso lineal de la ciencia económica que convertiría en progresivamente obsoletas las teorías superadas. Para él, interesarse por la economía de Marx no tiene más que un interés histórico, como el que puede tener el estudio de las concepciones precopernicanas o de la estimación de Newton, quien, a partir de una lectura de la Biblia, dató la creación del mundo en 3998 antes de Cristo.

Sperber lleva muy lejos este tipo de lectura, ya que sitúa incluso a Keynes o Minsky (el teórico de la inestabilidad financiera) entre los neoclásicos. Esta enormidad, proferida en el debate arriba mencionado, dice mucho del dogmatismo de este enfoque que se niega a cnsiderar la economía una ciencia social que avanza por ciclos, con un retorno periódico de las teorías antiguas, aunque sea con formas renovadas. Por ejemplo, resulta sumamente chocante señalar que la revolución neoclásica no hizo más que retomar las elaboraciones de autores anteriores a los clásicos de la economía política, como por ejemplo los abades Condillac (1714-1780) y Galiani (1728-1787).35/ Este tipo de constatación es molesto y constituye sin duda una de las razones de la obstinación de los economistas dominantes por expulsar de la universidad toda referencia a la historia del pensamiento económico. Sperber nos habrá brindado al menos la ocasión de hacer una breve incursión en ella y mostrar que las temáticas planteadas por Marx están llamadas a volver periódicamente, y no solo para celebrar el sesquicentenario de El Capital. (Artículo escrito para A l’Encontre)

Notas

1/ Jonathan Sperber, Karl Marx, homme du XIXe siècle, Piranha, 2017. Traducción (de David Tuaillon) de: Karl Marx. A Nineteenth-Century Life, Liveright, 2013.

2/ El autor de esta reseña debatió con Sperber con motivo de la presentación de su obra en la Facultad de Ciencias Políticas de París, el 10 de octubre de 2017.

3/ Capítulo XI. L’économiste.

4/ Lenin, Cuadernos filosóficos, 1914-1915.

5/ Karl Marx, Posfacio de la segunda edición alemana, 1875. “Mi método dialéctico no solo difiere básicamente del método hegueliano, sino que incluso constituye exactamente su contrario. Para Hegel, el movimiento del pensamiento, que él personifica con el nombre de idea, es el demiurgo de la realidad, que no es más que la forma fenomenal de la idea. Para mí, en cambio, el movimiento del pensamiento no es más que el reflejo del movimiento real, transportado y transpuesto en el cerebro humano. Critiqué la vertiente mística de la dialéctica hegueliana hace casi treinta años, en una época en que todavía estaba de moda… Pero a pesar de que, debido a su error, Hegel desfigura la dialéctica a través del misticimo, ello no quita que él fue el primero en exponer el movimiento del conjunto. En él se halla cabeza abajo; basta colocarla sobre los pies para descubrir su fisionomía plenamente razonable. En su versión mística, la dialéctica se puso de moda en Alemania porque parecía glorificar las cosas existentes. En su aspecto racional, es un escándalo y una abominación para las clases dirigentes y sus ideólogos doctrinarios, porque en la concepción positiva de las cosas existentes incluye, al mismo tiempo, la inteligencia de su negación fatal, de su destrucción necesaria; porque al captar el movimiento mismo, del que toda forma realizada no es más que una configuración transitoria, nada podría imponérsele; porque es esencialmente crítica y revolucionaria.”

6/ Karl Marx, Posfacio de la segunda edición alemana, 1875.

7/ Michael Heinrich, “Crisis Theory, the Law of the Tendency of the Profit Rate to Fall, and Marx’s Studies in the 1870s”, Monthly Review, tomo 64, n.º 11, abril de 2013. La nota de Engels dice: “En el ejemplar manuscrito de Marx figura aquí, en el margen, la siguiente observación: ‘Anotar esto para más tarde: Si la ampliación [un aumento de la composición del capital] solo es cuantitativo, los beneficios, para un capital más o menos grande en el mismo sector industrial, seguirán las magnitudes respectivas de los capitales adelantados. Si la ampliación cuantitativa tiene un efecto cualitativo, la tasa de beneficio aumenta al mismo tiempo para el capital más grande.’” Heinrich también hace referencia a un manuscrito de 1875 titulado Tratamiento matemático de la tasa de plusvalía y de la tasa de beneficio (MEGA II/14), que no hemos conseguido consultar.

8/ Karl Marx, El Capital, Libro III.

9/ Nuobo Okishio, Technical Change and the Rate of Profit, Kobe University Economic Review, 7, 1961. Véanse también dos artículos de Shalom Groll y Ze’ev B. Orzech, interesantes desde un punto de vista metodológico, pero cuyas conclusiones no compartimos: “Technical progress and values in Marx’s theory of the decline in the rate of profit: an exegetical approach”, History of Political Economy 19:4, 1987; “From Marx to the Okishio Theorem: a genealogy”, History of Political Economy 21:2, 1989.

10/ Karl Marx, El Capital, Libro III.

11/ “It has no longer a presumptive claim on our attention”. Paul A. Samuelson, “A Summing Up”, The Quarterly Journal of Economics, vol. 80, n.º 4, 1966.

12/ Ernest Mandel, The Transformation Problem, extracto de su introducción a la edición inglesa del Libro III de El Capital, Penguin, 1981.

13/ Karl Marx, El Capital, Libro III.

14/ Philippe Askenazy, Tous rentiers! Pour une autre répartition des richesses, Odile Jacob, 2016.

15/ Jan De Loecker y Jan Eeckhoutz, The Rise of Market Power and the Macroeconomic Implications, 24/08/2017.

16/ John Bates Clark, The Distribution of Wealth. A Theory of Wages, Interest and Profit, 1899, p. 7.

17/ Cf. Michel Husson, La dégénérescence de la théorie de la valeur selon Sraffa, note hussonet n° 108, 13/10/2017.

18/ François Quesnay, “Analyse de la formule arithmétique du Tableau Economique”, Journal de l’agriculture, du commerce & des finances, junio de 1766.

19/ Karl Marx, en el capítulo “Sobre la historia crítica” del Anti-Dühring de Engels que escribió en su mayor parte.

20/ Karl Marx, El Capital, Libro III.

21/ Joan Robinson, An Essay on Marxian Economics, 1942. Véase también su Lettre ouverte d’une keynésienne à un marxiste, 1953.

22/ Joan Robinson, “Kalecki and Keynes”, en Essays in Honour of Michał Kalecki, 1964. Reproducido en Contributions to Modern Economics, 1978.

23/ Paul A. Samuelson, “Marxian Economics as Economics”, The American Economic Review, vol. 57, n.º 2, mayo de 1967.

24/ Wassily Leontief, “The Significance of Marxian Economics for Present-Day Economic Theory”, The American Economic Review, vol. 28, n.º 1, marzo de 1938.

25/ Karl Marx, Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie, Berlín 1953 (p. 353 del pdf).

26/ András Bródy, Proportions, Prices and Planning, Budapest, 1970. Bródy precisa que no ha hecho más que “modernizar la formalización” de Marx recurriendo a la álgebra matricial desarrollada y aplicada a la economía posterior a la época de Marx.

27/ Oskar Lange, “Some Observations on Input-Output”, The Indian Journal of Statistics, vol. 17, parte 4, febrero de 1957.

28/ John von Neumann, “A Model of General Economic Equilibrium”, The Review of Economic Studies, vol. 13, n.º 1, 1945.

29/ Nicholas Kaldor, Capital Accumulation and Economic Growth, en Lutz F.A. y Hague D.C. (editores), The Theory of Capital, Macmilllan, 1961.

30/ En los dos polos de este debate podemos situar a Michel Tougan-Baranowski, Les crises industrielles en Angleterre, 1894, y Rosa Luxemburg, L’accumulation du capital, 1913.

31/ Martin Bronfenbrenner, “Marxian Influences in ‘Bourgeois’ Economics”, The American Economic Review, vol. 57, n.º 2, mayo de 1967.

32/ Alban W. Phillips, “The Relation Between Unemployment and the Rate of Change of Money Wage Rates in the United Kingdom, 1861-1957”, Economica, vol. 25, n.º 100, noviembre de 1958.

33/ Karl Marx, El Capital, Libro I, capítulo XXV.

34/ Michel Husson, “Marx et la finance: une approche actuelle”, prefacio a Karl Marx, Le capital financier, Demopolis, 2012.

35/ Étienne Bonnot de Condillac, Le commerce et le gouvernement considérés relativement l’un à l’autre, 1776; Ferdinando Galiani, De la monnaie, 1751.

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