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Francia   –   Las fuentes del macronismo

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En el fondo, el proyecto del macronismo trata de recuperar el tiempo perdido y hacer las reformas que sus predecesores no lograron imponer. Así que no es sorprendente constatar que encuentra sus fuentes de inspiración en programas que tienen más de veinte años.

Michel Husson

A l´encontre, 6-11-2017     http://alencontre.org/, 

Traducción de Viento Sur      http://www.vientosur.info/

En 1994, justo después de la brutal recesión que llevó a un fuerte aumento de la tasa de paro, la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos) publicó su “estudio del empleo” 1/ sobre la que se basa la estrategia para el empleo. El texto en sí es bastante impactante y merece la pena volver sobre él ya que es una verdadera hoja de ruta para las políticas neoliberales contemporáneas. En él se encuentra la suma de los fundamentos filosóficos del macronismo: cada una de las propuestas de la estrategia recuerda irresistiblemente cada una de las reformas llevadas a la práctica o programadas.

¡Viva el cambio!

L’OCDE comienza a desbrozar el terreno rechazando las explicaciones sobre el paro basadas en las transformaciones tecnológicas, la globalización o la intensificación de la competencia. Para la OCDE, estos factores solo juegan un papel secundario, es decir, sin importancia. La verdadera causa del paro reside más bien en la débil capacidad de las sociedades para adaptarse al cambio: hay que reforzar esta capacidad antes que “intentar disminuir el ritmo del cambio”. Esta propuesta resume ella sola la filosofía del macronismo: hay un cambio y hay que adaptarse a él. Además, la sociedad no tiene asidero en este “cambio”, verdadero deus ex machina, que presenta una forma unívoca imponiéndose a las opciones sociales. Lo verdaderamente real es que la sociedad ya no tiene capacidad de dirigir su propia trayectoria puesto que es guiada desde un más allá indeterminado.

Sin embargo, al texto de la OCDE le falta sutileza y no hace su trabajo cuando se trata de identificar los motores del cambio. Se constata que este famoso cambio no cae del cielo puesto que es el resultado de las oleadas de liberalización y de desregularización de los años 80 del siglo XX, que han “mejorado considerablemente la eficacia potencial de las economías de la OCDE” y “acelerado el ritmo del cambio”. Este fragmento es suficiente para desvelar el procedimiento retórico que consiste en presentar el cambio como un proceso inexorable al que no hay otra opción que adaptarse. Por otra parte, la OCDE se hace un poco más lío cuando señala que los cambios tecnológicos y la globalización han reforzado la necesidad de adaptarse mientras que estos factores eran presentados un poco antes como muy secundarios. Pero incluso en esto, estos dos procesos -cambios tecnológicos y globalización – se conciben como independientes de las políticas puestas en práctica por los poderes establecidos. Toda esta presentación apunta a un único objetivo: no relacionar los procesos desarrollados (y sus efectos sociales, en este caso, el paro masivo) con la acción consciente de los poderosos.

¡Fuego a la “rigidez”! (social)

Los factores que se oponen al ajuste necesario para el cambio se identifican claramente: como cabía esperar, son las “prácticas que han hecho rígida la economía”. Estas prácticas, “progresivamente adoptadas por los gobiernos, los sindicatos y las empresas”, ciertamente eran bienintencionadas puesto que intentaban proteger a la gente al menos de las peores vicisitudes económicas”. De hecho, alcanzaron sus objetivos pero, desgraciadamente, era una política de tontos de remate. Pues sus medidas tuvieron como “efecto secundario reducir, sin que nadie lo haya querido -y en proporciones crecientes- la capacidad de adaptación de la economía y a veces también, la voluntad de adaptación de la sociedad”.

Suena una musiquilla de fondo bastante siniestra: “ para conseguir los objetivos sociales, hemos seguido políticas que han tenido como consecuencia involuntaria acentuar la rigidez de los mercados, incluyendo el mercado laboral”. Con otras palabras, para la OCDE, existe una relación entre las medidas que intentan “proteger a la gente” y la necesaria adaptación al cambio. La OCDE utiliza una fórmula extraordinaria cuando habla de un “periodo agitado en el que las fuerzas ponen a prueba la flexibilidad de las economías”. Todo se presenta como si la economía fuera una frágil barquilla expuesta a las “fuerzas” del cambio y que tiene que reducir el velamen social. Incluso si la OCDE esparce su discurso de cláusulas intentando “al mismo tiempo” atenuar su discurso, el imperativo de la flexibilidad aparece como lo que es, la invitación a ir hacia una sociedad en la que se reduzca la protección de la “gente”.

El mensaje fundamental es claro: “frente a un nivel elevado de paro, la solución no es intentar disminuir el ritmo de cambio sino de restablecer la capacidad de las economías y de las sociedades de adaptarse al cambio”. Pero la OCDE va todavía más lejos cuando menciona, más allá de la capacidad de adaptación, una “voluntad de adaptación” debilitada. Esta diatriba implícita hace pensar irresistiblemente en la famosa declaración del presidente Macron (“Los franceses y las francesas detestan las reformas, es un pueblo que detesta eso”) que acompañaba con un gesto de su mano despectivo  2/. Así que es necesario, concluía, “explicar al pueblo hacia dónde vamos, proponerle transformarse en profundidad”. Sin duda, el pueblo es el principal obstáculo para el cambio, al que tendrá que adaptarse.

En aquella época, en una breve recensión  3/ del estudio de la OCDE, nos considerábamos presos de “una especie de loca risa nerviosa” ante esta “acumulación de propuestas reaccionarias”. Con el paso del tiempo, el catálogo de la OCDE lleva a esta constatación: ha inspirado todas las políticas neoliberales llevadas a cabo desde hace cerca de un cuarto de siglo, solo se ha puesto en práctica parcialmente (al menos, en Francia) y el proyecto de Macron aparece como una tentativa de inscribirlo plenamente en la realidad. Esto justifica algunas citas más extensas que confirman el paralelismo chocante con las grandes orientaciones del macronismo. Hay para todos los gustos.

¡Fuego la incompetencia de los asalariados!

El canto a la formación ocupa un gran espacio en el discurso macroniano. Ya en1994, la OCDE hacía recaer sobre los asalariados la responsabilidad de la precariedad: como “no poseen las competencias solicitadas para ejercer empleos mejor remunerados (ocurre) que, a menudo, los trabajadores solo tenían la opción de aceptar una remuneración escasa, condiciones precarias y pocas garantías en el seguro de enfermedad. Pero a pesar de todo, era un mal menor pues “por otro lado, las dificultades sociales que encontraban muchos de estos trabajadores, sin duda, habrían sido peores, si debido a la rigidez del mercado laboral, hubieran sido privados incluso de estos empleos”. Este brillante cinismo es el mismo que el de Macron, que trata a los trabajadores de alcohólicos e ignorantes.

¡Fuego al gasto público!

Partiendo del principio absoluto según el cual el gasto público es excesivo, la OCDE hace suyo el principio “hacer más con menos”. Es necesario “optimizar la eficacia” del gasto público y de la fiscalidad. Claro que es una “tarea ardua y laboriosa” pero que puede “tener unos efectos benéficos muy importantes”. El sector público también es estigmatizado debido a su “importante crecimiento como empleador”. Le sigue un razonamiento sobre el que hay que reflexionar: “En numerosos países europeos (…), el empleo en el sector público se ha desarrollado a medida que se multiplicaban los obstáculos a la contratación en el sector privado, lo que disminuía el estímulo a aceptar un empleo -especialmente, el empleo mal pagado y precario – y que la sociedad exigía muchos más servicios públicos”.

Esta declaración de principios es vertiginosa. La OCDE no se contenta con reprochar al empleo público haber eliminado empleo privado: se trata de una vieja tesis liberal muy difícil de demostrar. Va más lejos, incriminando a la progresión de empleos públicos (dignos) el frenar la de los empleos precarios privados. Y peor aún, la organización traslada la responsabilidad a la “sociedad”, acusada de querer siempre más servicios públicos. Es en estas demostraciones donde se manifiesta el inconsciente burgués para el que, en el fondo, la satisfacción de las necesidades sociales es una carga para la economía, cuando no pasa por la mercantilización privada. En la práctica macroniana, esto se traduce de forma coherente en la reducción de los efectivos del funcionariado, el retroceso de su poder de compra y el canto a la colaboración publico-privada.

¡Fuego al derecho laboral!

Las propuestas de la OCDE sobre la legislación laboral parece ser, antes que nada, el informe de los motivos de las leyes laborales puestas en práctica por Hollande y Macron. Aquí se alcanza una nueva cima de cinismo cuando la OCDE propone “flexibilizar las limitaciones en materia de despidos previstas por la ley en los países donde las disposiciones actuales parecen comprometer gravemente la reestructuración económica y las posibilidades de acceso al empleo de los recién llegados al mercado laboral”. ¿Cómo se puede decir más claramente que la protección de las personas asalariadas se opone no solo a las necesarias “reestructuraciones” sino también a los nuevos contratos? Y encontramos ya el argumento mazazo repetido machaconamente hoy: “La legislación protectora del empleo intenta desanimar los despidos haciéndolos más costosos para los empleadores. Pero ella también puede hacer dudar a estos últimos a la hora de contratar nuevo personal”.

En consecuencia, hay que “permitir la oferta de contratos de duración limitada” y más ampliamente hacerse a la idea de que el cambio va ligado a la precariedad. La OCDE no tiene miedo de anunciar que es probable que “muchos de los nuevos empleos serán empleos de baja productividad y bajo salario”. Ya estamos prevenidos.

Así que la OCDE tiene su propia idea de las negociaciones salariales; sería necesario orientarse hacia los acuerdos marco que “den libertad a las empresas para actuar con agilidad ante la evolución del mercado” y “renuncien progresivamente a la práctica de la extensión administrativa de los acuerdos que imponen normas rígidas”. Y, cada vez con más fuerza, se lanza la idea de cláusulas que permitan “renegociar a un nivel inferior los convenios colectivos acordados a un nivel superior!” Parece que estamos leyendo un artículo del código del trabajo de Macron.

¡Fuego a los parados “de lujo”!

También se señala el exceso de “generosidad” de la indemnización del paro: las prestaciones “han acabado por constituir una garantía de sueldo casi permanente en muchos países, lo que incita a no trabajar”. Lógicamente hay que “limitar la duración del cobro de las prestaciones de desempleo en los países en los que es especialmente larga, a un periodo durante el cual la persona parada busque activamente un empleo y tenga posibilidades de encontrar rápidamente trabajo”. En el momento en que se publicó el informe de la OCDE, Michel Bon, el director de la ANPE (que se convertiría más tarde en un Polo-empleo después de su fusión con Unedic [Unión Interprofesional para el empleo en la Industria y el Comercio. NdT]) hablaba de “parados de lujo”. Así pues, cuando el ministro Christophe Castaner denuncia hoy a quienes eligen “beneficiarse de las prestaciones del paro para marcharse dos años de vacaciones” 4/, está en el buen camino.

¡Fuego a la reducción de la jornada laboral!

La OCDE desliza algunos consejos dignos de Perogrullo, el más gracioso sin duda, este docto precepto: “la respuesta a los problemas de empelo pasa fundamentalmente por la creación del mayor número de empleos”. Sin embargo, la recomendación de la regulación de la demanda global tampoco está mal: es necesario que “el crecimiento no sea ni demasiado rápido, lo que podría tener consecuencias inflacionistas, ni demasiado lento, lo que correría el riesgo de conducir a la deflación”.

Pero la institución es mucho más precisa sobre “lo que no hay que hacer”: es el título de un cuadro que advierte sobre las dos mayores errores que no hay que cometer. Son, por una parte, el proteccionismo y, por otra, un “reparto del trabajo vía legislativa”. Esto se convertiría, según la OCDE, en “querer arreglar el problema del paro no aumentando el número de empleos mediante un relanzamiento de la actividad económica, sino racionando el trabajo remunerado” Este tipo de reparto obligatorio del trabajo, “nunca ha logrado hacer retroceder al paro, especialmente, a causa del rechazo de los trabajadores a una rebaja de sus salarios”.

Acérrimo defensor de los derechos de los trabajadores, la OCDE propone “ajustes flexibles del tiempo de trabajo, susceptibles de reducir los costes y de hacer progresar el empleo”. En el espíritu de la OCDE, esto quiere decir “aumento de la flexibilidad del tiempo de trabajo” y favorecer el “desarrollo del trabajo parcial voluntario (sic)”. Para esto es suficiente “suprimir los obstáculos que en la legislación laboral impiden un arreglo más flexible del tiempo de trabajo y favorecer la negociación entre empleadores y asalariados sobre horarios flexibles y trabajo a tiempo parcial”.

La OCDE rechaza de paso otras propuestas que le parecen peligrosas porque tendrían el efecto de “atenuar la vivacidad de la competencia”. Se trata, por ejemplo, de la adopción de medidas antidumping, la regulación de las fusiones, el establecimiento de regulaciones financieras y la creación de dispositivos que garanticen la seguridad en el empleo”. Estas negativas son la marca de un programa muy claro a favor de la competencia totalmente desregulada. Adquieren todo su interés después de la crisis de 2008. Si hubieran estado implantadas las medidas que la OCDE rechazaba en 1994, sin duda, habrían contribuido a atenuar un poco la amplitud de esta crisis.

¡Fuego al salario mínimo!

La OCDE no olvida denunciar el salario mínimo legal. Claro que la intención era loable (“evitar la pobreza a causa de fijar un salario suelo”) pero también en eso, los efectos perversos han acabado por llevárselo por delante y ese salario mínimo legal “a fin de cuentas, a menudo tiene el efecto de limitar las posibilidades de empleo para la mano de obra no cualificada”. La OCDE sugiere pues, “reevaluar el papel” que el salario mínimo o, al menos (si la resistencia social es demasiado fuerte), de “minimizar los efectos negativos para el empleo”. Más exactamente, la OCDE propone indexar el salario mínimo “a los precios más que a las sueldos medios” (lo que prohíbe cualquier nueva progresión de su poder de compra) y modularlo “suficientemente” según la edad, para evitar que sea “obstáculo para la contratación de jóvenes” y según las regiones.

En la misma época, un argumento semejante fue avanzado por el informe Mattéoli de julio de 1993 para quien el Smic (Salario Mínimo Interprofesional para el Crecimiento. NdT.) funciona como un “obstáculo para la entrada en el empleo poco cualificado” o por el informe Maarek, que estimaba que el Smic “se ha vuelto contra los que intentaba proteger” 5/. Más cerca en el tiempo, estas mismas ideas serán transmitidas por un informe del Consejo de análisis económico  6/ que recupera su actualidad con el “nuevo grupo de expertos sobre el Smic” portador de una futura reforma radical del Smic  7/.

De un informe a otro  8/

Los informes se suceden con, por ejemplo, el de Camdessus  9/ que será el libro de cabecera de Nicolas Sarkozy. El antiguo director del FMI insiste en él, especialmente, en los estragos del contrato de trabajo indefinido que impide a las empresas “desprenderse del asalariado que ya no le conviene”.

Por supuesto, también están los dos informes de la “comisión para la liberalización del crecimiento francés” creada por Nicolas Sarkozy y presidida por Jacques Attali. El primero de estos informes fue remitido en enero de 2008  10/ y enumera 316 propuestas. No es baladí recordar aquí que el relator general adjunto se llamaba Emmanuel Macron  11/. Esto es suficiente para establecer la continuidad entre el primer conjunto de informes de comienzos de los años 90 del siglo pasado y las reformas impulsadas hoy por Macron. De nuevo se podría establecer un paralelismo entre las sucesivas propuestas, y como ejemplo es suficiente citar aquí que el informe Attali proponía (era su “decisión fundamental”, la nº 11) “reducir el coste del trabajo para todas las empresas transfiriendo una parte de las cotizaciones sociales hacia la CSG” (Contribución Social Generalizada. NdT). De forma significativa, el informe ya se reivindicaba “ni de izquierda ni de derecha” presentándose como un “forma de empleo para las reformas urgentes y básicas (que) no es ni partidista , ni bipartidista: es no partidista”.

Discordancia temporal

La ironía de la historia es que la OCDE jamás ha sido capaz de hacer un balance positivo de la puesta en práctica de su programa, al menos parcialmente, en numerosos países. En 2006, la organización procedió a una evaluación de su estrategia  12/ que, sin cuestionarla, contiene varios elementos de autocrítica. Sin duda, el más significativo es la afirmación de su secretario general, Angel Gurría, que admite que “no hay una única vía real para mejorar las actuaciones en el mercado de trabajo” lo que es una auténtica contradicción con la ambición de la OCDE de proponer una hoja de ruta universal.

De hecho, el documento constata que “coexisten varios modelos de éxito en los que se pueden inspirar adaptándolos a las circunstancias nacionales específicas y a la propia historia de cada país”. Un primer enfoque pone el acento sobre la “flexibilidad del mercado de productos y del trabajo” pero esto conduce a una “disparidad de sueldos relativamente importantes”. Pero existe otro enfoque en los países “que se caracterizan por un amplio recurso a la negociación colectiva y al diálogo social así como por las prestaciones sociales generosas” y en los que “los niveles de empleo son elevados y la disparidad de sueldos es pequeña pero los costes presupuestarios inducidos son importantes”.

En sus Perspectivas de empleo  13/ aparecidas ese mismo año, la OCDE hace otra importante concesión admitiendo que “el salario mínimo no tiene un impacto claro en el paro”. Es el resultado de un análisis econométrico  14/ que intenta explicar el paro a partir de una batería de indicadores inaugurando así una nueva técnica, por otra parte muy discutible, pues razona de hecho sobre un “país medio” 15/. El documento constata que “el análisis no permite concluir que el salario mínimo tenga un impacto significativo en el paro global”, pero no evita añadir que “ciertos índices (sic) sin embargo, dan para pensar (sic) que las tasas de empleo de los jóvenes son más bajas cuando el nivel del salario mínimo es más elevado”.

Es irónico constatar que la acción de Macron se inspira ampliamente en una estrategia concebida hace un cuarto de siglo y cuya puesta en práctica tuvo por resultado destacado la concentración de la riqueza . En cuanto al paro masivo, solo ha retrocedido gracias al aumento de los trabajos precarios.

La única novedad de la concepción macroniana de la economía es la referencia a la “destrucción creadora” inspirada especialmente en los trabajos de Philippe Aghion. Sobre este punto, se alinea con la OCDE que está elaborando una nueva “estrategia para el empleo” 16/. Al parecer, esta sí debería, basarse en la hipótesis según la cual la eliminación de “empresas zombis” permitiría restablecer el aumento de la productividad y rechazar la sombra de la “estancamiento secular”. Incluso si no son considerados como responsables de estas rigideces, las personas asalariadas empleadas por empresarios poco eficientes evidentemente, tendrán que pagar los gastos de las estructuraciones necesarias para restablecer un progreso fuerte; en resumen, adaptarse al cambio.

Sin embargo, las recientes decisiones presupuestarias tomadas en Francia, hacen dudar de la implicación “schumpeteriana” de Macron. Parafraseando el vocabulario consagrado en materia de políticas de empleo, de hecho, se podría decir que se trata de regalos “pasivos” sin contrapartida, que hacen una apuesta –perdida de antemano – de que las empresas, espontáneamente, van a restablecer la inversión y la innovación. Más allá del discurso, hay en Macron una profunda incomprensión del capitalismo contemporáneo y del capitalismo francés en particular. Pero esto no es grave si continua sirviéndole.

Notas

1/  L’Etude de l’OCDE sur l’emploi, OCDE, 1994.

2/  Emmanuel Macron, discurso de Bucarest, 24 de agosto de 2017.

3/  Christian Barsoc, “Rire aux larmes avec l’OCDE”, Rouge n°1596, 30 junio de 1994.

4/  “Gattaz et Castaner sur le contrôle des chômeurs”, note hussonet n°109, 18 de octubre de 2017.

5/  Jean Mattéoli, Rapport au Premier Ministre sur les obstacles structurels à l’emploi, septembre 1993; Gérard Maarek, Pierre Joly, Coût du travail et emploi, une nouvelle donne, 1994.

6/ Pierre Cahuc, Gilbert Cette et André Zylberberg, Salaire minimum et bas revenus. Comment concilier justice sociale et efficacité économique?, Informe del CAE n° 79, La Documentation française, 2008.

7/  Michel Husson, “Smic : vers une réforme libérale radicale”Alternatives économiques, 31 de agosto de 2017.

8/  Para un tipo de empleo, ver: Michel Husson, “Comment rédiger un rapport”, Regards, octubre de 2007.

9/ Le sursaut. Vers une nouvelle croissance pour la France, Informe Camdessus, 2004.

10/  Commission pour la libération de la croissance française, 300 décisions pour changer la France, enenro de 2008. Un segundo informe será publicado en octubre de 2010: Une ambition pour dix ans, octubre de 2010.

11/  La relatora general era Josseline de Clausade, una enarca, consejera de estado que continuó su carrera en Areva, después en el grupo Casino.

12/ Stimuler l’emploi et les revenus. Les leçons à tirer de la réévaluation de la stratégie de l’OCDE pour l’emploi, OCDE, 2006.

13/  OCDE, Perspectives de l’emploi de l’OCDE, 2006.

14/  Andrea Bassanini and Romain Duval, “Employment Patterns in OECD Countries: re-assessing the role of policies and institutions”, Documento de trabajo de l’OCDE, 2006.

15/  Sobre este punto, ver: Edmond Malinvaud, “La réévaluation de la Stratégie de l’OCDE pour l’emplo : deux pistes d’amélioration”, Travail et Emploi n° 118, abril-junio de 2009,

16/  Ver: Michel Husson, “Optimisme structurel à l’OCDE”, Alternatives économiques, 9 mars 2017,; et Ronald Janssen, “Stratégie pour l’emploi en temps de crise : un tournant pour l’OCDE?”, Chronique internationale de l’IRES n°155, febrero de 2017.

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