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El progresismo ¿enfermedad infantil del neoliberalismo?

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Juan Varela Reyes (*)

“Los estamentos medios, todos ellos lucha Contra la burguesía, para salvar de la ruina Su existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino Conservadores. Más todavía, son reaccionarios,Ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia” (C. Marx; F. Engels “Manifiesto del Partido Comunista”)

Nuestra vida política se ha venido caracterizando por la irrupción, en determinados momentos, de una serie de conceptos,   que se van instalando y devienen en comodines que utilizamos en el afán de explicar ciertos fenómenos o hechos para los cuales no tenemos una explicación razonada.

Si alguna utilidad deben tener las categorías que utilizamos es que ellas tienen que estar ligadas indisolublemente a los contextos, temporales y espaciales, en donde ellos se dan, de tal forma que podamos señalar si en verdad ellos se verifican en todas las latitudes con la misma potencia o fragilidad. Señalar también que los contextos en los que ellos se plasman están cruzados por distintos intereses materiales, sociales, económicos, políticos y sociales y se hace recomendable tener en cuenta esos intereses de clase.

Es lo que ocurre por estos días con el concepto de Progresismo. La pregunta que surge es ¿qué es el progresismo? La respuesta que se da muchas veces la hacemos con cierto grado de ingenuidad; no sabemos si es que nos estamos refiriendo a un espacio determinado, “el espacio del progresismo” o si nos referimos a sujetos determinados, “los progresistas”.

Pareciera ser que esta categoría la tenemos que, necesariamente, vincular a un cierto pensamiento, el pensamiento de la izquierda y, por tanto aceptarla a contrapelo de su significado práctico y real. Pero una mirada más atenta nos lleva por otros senderos. El concepto de progresismo es una conceptualización ambigua, no se define por sí mismo si es que no utilizamos un concepto mayor que es el que le da sentido, el Progreso. El concepto de Progreso está asociado al Paradigma de la Modernidad Capitalista, asociado al avance de la ciencia y de la emancipación humana, como sus elementos centrales.

La dificultad que encierra esa consideración, en el contexto del neoliberalismo chileno, es que el progreso sólo considera el crecimiento en su versión cuantitativa – positivista, dejando de lado aquellos elementos propios de la esencia humana. La otra consideración es que esta idea de progreso viene a ser un cuerpo de ideas manejado “desde arriba” y con un retoque conservador, que es contestado sin ningún tipo de filtros “desde abajo”, apelando al mismo discurso dominante que el progreso sólo se mide por las cantidades (empleos, salarios), ocultando aquellas otras categorías que forman la dignidad personal.

Hechas esas consideraciones es necesario ver qué es lo que pasa en la realidad concreta. Asumiendo que esta reflexión es sólo un pequeño esbozo que espera abrir una discusión en la izquierda para ver qué es lo que presenta y que es lo que oculta esta conceptualización tan engañosa.

A propósito de las evaluaciones que se hacen de la derrota de la Nueva Mayoría en las pasadas elecciones, algunos personeros ponen en el tapete de la discusión justamente esta categoría y se trata de homologarla a otras, para buscar explicaciones, razonables y sin ninguna auto crítica, a ese fenómeno. Un ejemplo de ello: un dirigente de esa coalición se pregunta:

“¿Somos la izquierda, el progresismo, la socialdemocracia reinventada? Ahí hay una discusión. El progresismo es la categoría más amplia, reconociendo que es ambigua. Algunos me han dicho que da para todo” (Carlos Ominami. El Mercurio 11 – febrero – 2018).

Como se puede ver hasta en aquellos que relevan el progresismo, como categoría analítica,  no existe claridad de que es lo que están hablando cuando se refieren a él. Resumiendo un poco el decir de este personaje se deja claro que se trata de un concepto ambiguo y que “da para todo”.

Habría que adelantar ciertas características que en el contexto chileno, signado por la expresión más pura y brutal del neoliberalismo:

– La adopción a rajatabla de la democracia liberal, la que ha sido rebautizada de distintas maneras: de consenso, inclusiva, discursiva, representativa, lo que al final ha devenido en una democracia que se define por sus adjetivos y no por lo sustantivo que ella debiera considerar.

– El impulso sin ninguna consideración de la economía de mercado, a pesar del agregado que se ha hecho en algunos contados casos en contra de los grupos concentradores de la riqueza, de las transnacionales y de las desigualdades que ella ha traído consigo.

– La homogenización cultural (globalización mediante) a pesar de los discursos que se esgrimen a favor del multiculturalismo, de las identidades, de los nacionalismos espurios, forma encubierta de aceptar el arrase que se ha hecho de las expresiones sobre los restos de la identidad nacional.

Pudiéramos resumir que el progresismo viene a ser una corriente ideológica que considera al capitalismo como la forma más eficiente de organización social, que a estas alturas la consideran como la única forma posible de organización social, por tanto, naturalizada y con carácter de universal.

Para el progresismo el pensamiento marxiano es algo anacrónico y utópico y lo que aspiran es hacer de este pensamiento algo deslavado y aceptado sólo en su cáscara y no en sus contenidos esenciales. Sin embargo, y a pesar de esto los progresistas ven con cierto disgusto las diferencias sociales que ha ido engendrando el capitalismo. De ahí, entonces, su crítica al incremento de las desigualdades sociales, las que según ellos están dadas por cuestiones circunstanciales o individuales y no por el efecto de las contradicciones que el sistema capitalista arrastra y encierra desde su formación.

Su crítica de las formas extremas de explotación de los trabajadores las consideran como algo separado de la lucha de clases y ello les lleva a desconocer la existencia misma de la clase obrera. Por ello sus soluciones a los problemas sociales deben ser asumidas por el Estado, que representa los intereses de “toda” la sociedad.  Para ello es necesario, entonces, rechazar el concepto clasista del Estado, ya que si éste defiende los intereses de una clase social en particular, es imposible que exprese el interés general.

De allí se deduce que los progresistas tengan una marcada preferencia por los conceptos de democracia y ciudadanía.

El progresismo mirado desde nuestro contexto particular ha venido a constituirse en una nueva mercancía, forma parte del mundo de las mercancías: circula y se consume y como proceso visibiliza algunos elementos propios de la dominación, pero hace invisible aquellos elementos centrales y fundamentales de una sociedad de clases como la nuestra.

Para concluir, algunas reflexiones.

– En el proceso de construcción de nuestras alternativas se hace necesario construir un pensamiento alternativo de nuestras alternativas. Construcción de conocimiento crítico que permita una producción de la conciencia de lo real que es estructuralmente conflictivo, está cruzado y debe considerar el conflicto central de nuestras sociedades, la lucha de clases; en oposición a la función de la ideología dominante que aspira siempre a visibilizar el mundo social como algo coherente, reconciliado y armonioso.

– Se hace necesario, a partir del tema reflexionado, empezar a desarrollar una capacidad que hace rato ha venido a subsumirse en nuestros análisis y que ha permitido esta suerte de contrabando conceptual – ideológico: la sospecha. Sospechar que detrás de las luces de neón del neoliberalismo y su aparente coherencia y armonía se ocultan una serie de asesinatos, cometidos todos los días: el asesinato de la dignidad humana, del ser humano y su esencia, que debemos considerar no tanto como categorías culturales, sino como fundamentos a la hora de pensar en la necesidad de la transformación revolucionaria de todas nuestras relaciones sociales.

– Estamos desafiados a construir una nueva historia, la historia de los vencidos, la otra historia, la de los vencedores, es la que encierra la idea de progreso. (Benjamín)

(*) Sociólogo, Magíster en Ciencias Sociales. Equipo de Investigación EN CAMINO

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