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Educación Pornográfica

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Nicolas Reyes

Tal como la industria lo expresa, el contenido videográfico porno está enfocado a un público, en rigor, objetivo: hombres, quienes, consumen pornografía en sus ratos de ocio para satisfacer necesidades físicas o psicológicas ligadas a la libido. Aquellas piezas audiovisuales, son divulgadas en páginas que ofrecen contenido erótico, en redes sociales, y en todo aquel espacio de la internet que sirva como puente entre quienes desean vender este tipo de material audiovisual. El fin de estos sitios es ganar clics en anuncios, para justificar la presencia de sus auspiciadores en los web sites, ya que estos financian las operaciones de quienes se encuentran detrás del negocio. El punto crítico de todo esto, existe en que el vínculo entre consumidores y el material es efectivo. Esto lo convierte en un negocio muy lucrativo a través de internet. Negocio que, por lo demás, está totalmente desregulado en nuestro país, ya que cualquier tipo de usuario que tenga en su poder un notebook, tablet, o smartphone puede acceder a contenidos de corte pornográfico, previa búsqueda a través de google, o utilizando el buscador de alguna red social.

Ante toda la información que se tiene acerca de lo que representa la pornografía, poco se divulga lo que realmente es: material que, a través de cualquier medio, busca despertar deseos sexuales en los observadores por medio de escenas o representaciones obscenas o eróticas. Por lo tanto, la Internet se ha convertido en el medio de difusión por excelencia de este material. Un medio que destaca por su libertad, en el que día a día, jóvenes y niños buscan establecer su soberanía, entendiendo que la Internet es un territorio de tipo no tangible. Por lo tanto, esta laxitud tan característica de la internet la hace una red integrada de doctrinas, dogmas, costumbres y comportamientos diversos, donde los niños se divierten y aprenden a todas horas. El problema de fondo radica cuando no se tiene tan claro que la pornografía tal como la conocemos es machista. Machista, porque cada pieza audiovisual es la representación de la acción entre un hombre que busca satisfacerse o es satisfecho por una mujer. Machista, porque se busca que ambos actores reflejen el estereotipo del hombre fuerte, tonificado, viril, que utiliza como objeto masturbatorio a una mujer bella, delgada, de «cuerpo perfecto», con atributos afines a los deseos de un hombre estereotipo, todo lo anterior basado en una visión de la belleza basado en el estereotipo de la mujer deseable.

Todo esto nos lleva a hacernos la siguiente pregunta: ¿Quién no creyó alguna vez que la relación sexual debía ser similar a los videos porno que encuentras en páginas como PornHub? Muchos niños y jóvenes actualmente ocupan las páginas porno para iniciar su etapa de descubrimiento sexual, o acuden a estos sitios con la finalidad de satisfacer el acto masturbatorio. Un acto normal, humano, que no hace daño a nadie, dicho sea de paso.

Cuando un niño, o un joven, no es educado correctamente en el ámbito sexual, el porno toma el lugar de un padre o madre, o institución educacional, para ser la fuente de conocimiento de una urgencia propia del desarrollo. El niño, sin previo aviso, tiene sensaciones totalmente nuevas en su cuerpo, en sus genitales, las cuales no entiende pero que si está dispuesto a explorar por medio del tacto.

Ante esto, impacta que en países como el nuestro todavía se vea con malos ojos la educación sexual. En el año 2016 derecha chilena protagonizó un escándalo a causa del lanzamiento de un libro con las preguntas más frecuentes de los niños y niñas referente al ámbito sexual. Tanto fue el rechazo que les generó, que el Alcalde de Santiago amenazó con no reeditarlo. Cuando parte de la sociedad chilena intenta hacerse cargo de una urgencia de este tipo, sectores conservadores que apoyan sus planteamientos en creencias adquiridas y no en posturas racionales o científicas, aparecen para intentar frenar posibles cambios. El chileno promedio es muy pudoroso, intenta «cuidar las apariencias» o no ser mal visto y piensa que la sexualidad es un tema que, de manera infundada, se asocia con lo vulgar; esto es paradójico en el caso de los actos en los que incurren los sectores conservadores de derecha en nuestro país ante la educación sexual, porque esos adultos que prohíben a los niños educarse en temas tales como: sexualidad responsable, ITS, roles del género en la sexualidad, entre otras cosas, no tienen problema de gozar de uno u otro modo su vida sexual.

Esa es la problemática de fondo: Los niños y niñas se educan a través del porno, una industria que sigue manteniendo a la mujer como objeto y sujeto de deseo del hombre, y no de sí misma, o en igualdad de condiciones con su pareja sexual. La pornografía jamás ha sido para mujeres, está creada para deleitar a los hombres.

¿Qué tenemos entonces como resultado? Hombres que violan, hombres que matan, mujeres maltratadas y obligadas a mantener relaciones sexuales con sus parejas hombres. La mujer continúa siendo material cosificado para el entretenimiento sexual del hombre. Los hombres continúan creyendo que las mujeres existen sólo para satisfacerlos a ellos.

En el sentido que el porno se crea y distribuye hoy en día, este configura la sexualidad de muchos niños y jóvenes. La fantasía del porno se convierte en una realidad, una realidad donde solamente las que pierden son las mujeres.

De este modo, en el peor de los casos, terminamos leyendo en los medios de comunicación historias como estas:

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La fantasía que enseña a los niños y jóvenes cómo debe ser la relación sexual, cómo deben comportarse en ellas, las condiciones para que estas se den, etc, se convierte en realidad, y nuevamente las mujeres siguen siendo las grandes perdedoras, y nosotros los hombres, seguimos dejando que el patriarcado ejerza una falsa visión de cómo debe ser la realidad. Una visión que al poder le conviene que exista, ya que, aquellos que se mantienen en el poder siguen siendo hombres. Como sociedad en un país que ha elegido el camino del progresismo, debemos replantearnos la educación sexual como un bien para los niños y niñas, tanto en el fuero interno de cada familia, como en las instituciones educacionales donde estudian, ya que, este es el mundo en el que la televisión nos dice cómo debemos ser, el porno nos dice cómo debemos follar, las redes sociales nos dictan la pauta de cómo debemos comportarnos con los demás; y la escuela, los padres, el sistema educativo y los gobiernos siguen sin hacerse cargo de esto y de muchas otras cosas más.

 

 

 

 

 

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