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Ecuador – El desconcierto de las izquierdas

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Raúl Zibechi

Brecha, 31-3-2017

http://brecha.com.uy/

“Estamos ante logros reales pero limitados en cuanto a su contenido”, destaca el religioso y sociólogo François Houtart, quien reside hace años en Ecuador y siempre mostró cercanía con los gobiernos de Rafael Correa, pero también con los movimientos sociales, en particular los indígenas.

Entre los llamados “logros” destaca la reducción de la pobreza y el haber sacado a 2 millones de ecuatorianos, en un total de unos 15 millones, de la extrema pobreza; los notables avances en la atención médica estatal gracias a la construcción de nuevos hospitales, y el aumento de la matrícula estudiantil.

“Son cifras que indican avances cuantitativos en la perspectiva de modernizar la sociedad, pero sin transformarla de fondo”, señala Houtart en una entrevista concedida al periodista Sergio Ferrari,(1) porque no hubo ni reforma agraria ni políticas de estímulo al campesinado, al punto de que entre diciembre de 2015 y el mismo mes de 2016 la pobreza rondaba el 40 por ciento en las zonas rurales.(2)

Habría que mencionar, además, la impresionante red de carreteras construidas durante la última década, que colocan a Ecuador en la vanguardia de la región, cuando era un país en el que resultaba incómodo y lento transportarse, sobre todo entre la sierra y la selva. Las obras de infraestructura, como las represas hidroeléctricas y los aeropuertos, que mostraron una inédita capacidad de inversión del Estado, son otro rubro importante en el haber del gobierno.

Lenín o el banquero

En la primera vuelta de las elecciones, el 19 de febrero, el candidato oficialista, Lenín Moreno, estuvo a medio punto de convertirse en presidente, ya que para ganar en Ecuador es necesario el 40 por ciento de los votos y 10 por ciento de diferencia sobre el segundo. Sin embargo, como señala la edición regional de Le Monde Diplomatique, en un país donde el voto es obligatorio cerca del 30 por ciento del electorado no votó por un candidato. Según los resultados oficiales de la primera vuelta de las elecciones presidenciales (con 100 por ciento de los votos escrutados) 18,37 por ciento del electorado no concurrió a las urnas. Si al ausentismo se le suman los votos en blanco y los anulados, en total 26,3 por ciento del electorado ecuatoriano (3) no votó por ningún candidato presidencial, un número significativo, constata el periódico.

Luego de un dilatado recuento de las papeletas electorales se constató que Lenín Moreno obtuvo el 39,36 por ciento de los votos y que el 28,09 correspondió al banquero Guillermo Lasso, su contendor más cercano. En todo caso, luego de diez años de correísmo, lo logrado por el oficialismo es un excelente resultado que no puede hacer dudar de la popularidad que mantiene el régimen.

Hay varias razones para suponer que Moreno debería ganar con holgura en la segunda vuelta del 2 de abril. La primera son las cifras de la “revolución ciudadana”, que muestran una inocultable mejora del país y sus habitantes. La segunda es el candidato opositor. Lasso representa al sector financiero que provocó la crisis de marzo de 1999, que llevó al quiebre de varios bancos que debieron ser rescatados por el Estado y al congelamiento de los depósitos por un año.

El resultado fue el cierre de siete de cada diez instituciones financieras del país, una caída de la actividad económica de casi el 10 por ciento, la devaluación del sucre en un 195 por ciento, mientras el desempleo llegó al 17 por ciento y el subempleo al 55 por ciento de la población. Millones de ecuatorianos emigraron a España y Estados Unidos, y el gobierno de Jamil Mahuad decretó la dolarización en enero de 2000, pero pocos días después fue derribado por una insurrección popular con apoyo de un sector de las fuerzas armadas.

El banquero Lasso representa a ese sector que arruinó al país. Moreno representa al proceso que lo levantó. No debería haber dudas sobre quien ganará. Pero las cosas no son tan simples.

El fin del ciclo

Hay por lo menos tres razones para suponer que el resultado será muy ajustado. La más importante es que el ciclo de la revolución ciudadana comenzó a agotarse con la caída de los precios de los commodities que exportan Ecuador (su principal producto de exportación es el petróleo) y los demás países latinoamericanos. Los primeros signos de crisis económica son ya evidentes, y el próximo gobierno, sea del signo que sea, deberá implementar un duro ajuste para equilibrar las cuentas.

Pero el fin del ciclo progresista tiene una lectura que va más allá de los mentados “logros”. No se puede seguir mejorando la situación de las mayorías, o mantener en pie las mejoras, si no se reduce la desigualdad. El periodista Decio Machado señala que “en 2006, con un Pbi de 46.800 millones de dólares, las 300 empresas más grandes en Ecuador ingresaron 20.363 millones de dólares, lo que viene a significar un 43,6 por ciento del Pbi; mientras que seis años después, en 2012, con un Pbi de 84.700 millones de dólares –casi el doble que en 2006–, estas mismas empresas ingresaron 39.289 millones de dólares”, por lo cual la parte del Pbi de estas empresas (46,4 por ciento) aumentó en casi tres puntos porcentuales.(4)

El 10 por ciento más rico de Ecuador tributa apenas 3 por ciento de su renta (en la región se tributa poco más del 5 por ciento en promedio), frente al 30 por ciento en Suecia, 25 por ciento en Alemania, Italia y Reino Unido, y casi un 15 por ciento en Estados Unidos, el país más benevolente con los ricos, según datos de la Cepal. Hasta ahora sólo los aportes chinos de fondos frescos, a cuenta de las exportaciones de hidrocarburos, permiten que la economía siga funcionando sin mayores problemas.

El segundo factor que debería influir en los resultados se relaciona con el estilo de Correa, autoritario y concentrador de poder, que se palpa en el carácter de su gobierno. El estilo vociferante y agresivo del actual presidente, que llega a denigrar e insultar a sus adversarios, en especial a las izquierdas y al movimiento indígena (al que le ha prodigado algunas de sus más vehementes frases), se ha trasladado al conjunto de su administración. Es cierto que Moreno profesa unas maneras bien diferentes, menos ideologizadas y más bonachonas, pero la impronta del correísmo sigue siendo demasiado fuerte como para ser ignorada.

El tercero es el más desconcertante y tiene que ver con la actitud de la izquierda y de los movimientos sociales, una parte de los cuales apoya a Lasso. Ciertamente, razones para no votar por el continuismo que representa Moreno hay muchas. Baste recordar que hay casi 200 dirigentes de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) enjuiciados por “sabotaje” y “terrorismo”, cargos que se aplican contra quienes ocupan latifundios o cortan carreteras, algo que los comuneros llevan haciendo desde hace siglos y que, muy en particular, fueron prácticas que permitieron el acceso de Correa a la presidencia.

El gobierno de la revolución ciudadana hostigó como pocos a los sindicatos y a los principales partidos de izquierda. En suma, hay muchas razones para no votar a Moreno. Pero resulta difícil entender que la izquierda llame a votar por un banquero neoliberal.

Notas

1) Agencia Latinoamericana de Información, Alainet.org, 23-III-17.

2) Instituto Nacional de Estadística y Censo (Inec), “Reporte de pobreza y desigualdad”. Diciembre de 2016.

3) Consejo Nacional Electoral ecuatoriano (resultados2017.cne.gob.ec), 29-III-17. Un 2,73 por ciento de quienes votaron (o 2,23 por ciento del electorado) lo hicieron en blanco, mientras que el voto del 7,04 por ciento de los sufragantes (o del 5,74 por ciento de los electores) fue nulo.

4) Deciomachado.blogspot.com.uy, 21-III-17.

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