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Economía mexicana, un paraíso para empresarios y banqueros

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Rodrigo Cruz,  México

El nuevo secretario de Hacienda y Crédito Público, José Antonio Meade, se ha encargado de presentar un balance de la economía marcada por la “estabilidad y solidez”, elementos que según él permitieron a México “tener un crédito y buen nombre”.  Se trata de pura palabrería floja sin vínculo alguno con la realidad cuyo objetivo es ocultar los profundos ataques a los trabajadores.

El fracaso

Las reformas estructurales eran, en voz de Peña Nieto, la solución para provocar el crecimiento de la economía, sin embargo todas ellas se han aprobado y el crecimiento sigue en niveles bajísimos. Este 2016 el PIB crecerá aproximadamente un 2% y para el año que viene la perspectiva no es tan halagadora, quizá se logre un 2.5% según las perspectivas actuales. Los dos sexenios anteriores (Fox y Calderón) promediaron 2% de crecimiento, todo indica que Peña Nieto no logrará nada mejor.

Las reformas estructurales no estaban diseñadas para desarrollar el crecimiento económico del país, para generar empleo y buenos salarios, estaban diseñadas para convertirse en una herramienta que explotara con mayor fuerza a los trabajadores. Lo que ha ocurrido es gravísimo, entre otras medidas, se ha privatizado una de las empresas paraestatales más importantes de toda la historia del país y sin embargo no hay una sola mejora real sobre la mesa de los trabajadores.

Deuda pública

En toda Latinoamérica, México es el segundo país más endeudado y el país cuya deuda crece a mayor velocidad. Desde el 2013 y hasta el cierre del 2016 la deuda crece cada año en promedio 12.5% respecto del PIB, seis veces más que el crecimiento del PIB nacional. Sin este poderoso nivel de endeudamiento México se hundiría en una profunda depresión económica.

El cálculo que originalmente hacían los analistas es que a finales del 2018 la deuda pública neta equivaldría al 50% del PIB, sin embargo en este 2016 -dos años antes- ¡esa perspectiva se cumplió! Esto deja claro que el problema de la deuda se ha incrementado considerablemente, y peor aún en un contexto de destrucción de empresas estatales y un estancamiento de las exportaciones, elementos que hacen más necesaria la deuda y agregan dificultades para cubrir los pagos.

Desde el 2013 y hasta el año 2017 habrán salido de las finanzas públicas 2.2 billones de pesos para pagar los réditos que provoca, pese a ello la deuda continúa creciendo, es un barril sin fondo. En el año 2013 la deuda pública neta se situaba en 6.5 billones de pesos y al final del 2016 llegará a los 10 billones. No se trata de simples números e indicadores, para pagar la deuda el gobierno ha sumido al país en profundos recortes a los derechos sociales, ya que lo pagado en estos años por concepto de intereses de deuda equivale a por lo menos 35 años del presupuesto de las principales universidades: UNAM, IPN y  UAM. Por otra parte, si esas montañas de dinero no fueran a dar al bolsillo de los grandes banqueros entonces se podría invertir en el aparato de salud pública y eliminar las constantes catástrofes que padecemos los trabajadores: muerte por enfermedades totalmente curables, o casos como  las mujeres dando a luz a las afueras de hospitales.

La opinión tradicional del gobierno y el Banxico (el banco central) era que la deuda no encerraba grandes problemas porque se encontraba en límites controlables. Ese optimismo se transformó radicalmente en meses recientes, por ejemplo el nuevo Secretario de Hacienda declaró que México “no aguanta más deuda”. En términos capitalistas la economía mexicana no tiene salida, depende de la deuda como un adicto depende de las drogas, en realidad seguirán con la misma política. Con estas declaraciones el gobierno de Peña Nieto reconoce que el problema de la deuda puede transformarse radicalmente y con ello vendrán ataques mucho más severos a las condiciones de vida de la clase trabajadora.

Mini-peso

La depreciación del peso ha roto todo eso que llaman “barreras psicológicas” En este año la moneda nacional llegó a cotizarse en poco más de 20 pesos por cada dólar, esta es una de las caídas más duras de la moneda mexicana y parece imparable: desde el año 2012 a octubre del 2016  ha caído en 55%. Analistas hablan de que pronto llegaremos a una cotización de 22 pesos por dólar.

El gobierno federal dice que la depreciación del peso no impactará  los bolsillos de los trabajadores, que solo afectará a quien tenga deuda en dólares; dicen también que esta caída es producto del posible triunfo de Donald Trump. Esas son palabras sin sentido, las cámaras empresariales ya han anunciado que los precios de los productos en México seguirán incrementándose gracias de la caída del peso. Y la razón es muy sencilla, la producción en México necesita, por ejemplo, de materias primas que se compran en el extranjero y que están tasadas en dólares. Por otra parte la relación entre la caída del peso y el triunfo de Trump no tiene sentido, el peso está cayendo desde antes que Trump se registrara como precandidato Republicano.

Tradicionalmente el  banco central aplica una política de “subasta de dólares”, por esta vía en el periodo anterior se invirtieron 22 mil 300 millones de dólares, a pesar de ello el peso no dejó de depreciarse y ahora estamos en una nuevo periodo de caída. Ahora la política no es la subasta de dólares sino la de incrementar los intereses que paga el gobierno a los “inversionistas” (tasa de referencia), y hasta ahora pasó de 3.75% a 4.25%, que en los hechos es lo mismo: quitarle dinero al pueblo y dárselo a los banqueros. Una vez más no será posible frenar, de forma sensible, la tendencia a la depreciación del peso, porque el problema de fondo es la crisis internacional y en particular la debilidad y el atraso del capitalismo mexicano.

Ataques, recortes

El nuevo secretario de Hacienda presume que un buen síntoma de la economía nacional es que habrá un superávit presupuestario de 0.4% respecto del PIB, decir eso es un descaro total, de nada sirve ahorrar unos cuantos pesos cuando por otra parte se provoca hambre, desempleo y destrucción de derechos básicos. El recorte al gasto público en este año es, de nuevo, muy severo: 240 mil millones de pesos,  esto después de recortar otros 384 mil millones en el presupuesto 2015 y 2016.

El recorte ataca puntos sensibles, a salud se le recorta el 10.8%, a la Secretaría de Educación Pública el 10.6%, la Secretaría de Desarrollo Social que incluye programas contra la pobreza pierde 6.8% de su presupuesto, la Secretaria de Energía que es clave para el desarrollo económico del país se recorta en 18.6% y para continuar con los ataques, PEMEX pierde el 20.7% de sus recursos. Este es el recorte más grande en el actual gobierno y no hay ninguna certeza de que ayude a solucionar ningún problema fundamental de la economía.

Al mismo tiempo que realizan esto, el gobierno mantiene inversiones públicas en negocios privados, por ejemplo en el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México se invertirán 120 mil millones de pesos. Y por si fuera poco se condonó 15 mil millones de pesos en impuestos a grandes empresas como casas GEO, Volskwagen y otras más.  Dentro de esta larga lista de ataques se suma uno más que es la próxima liberación total del precio de la gasolina que necesariamente afectará en la inflación de los precios.

En el sexenio de Felipe Calderón, el 40% del gasto gubernamental provenían de ingresos petroleros, en este momento el 87% proviene de impuestos no petroleros. Se ha invertido toda la relación histórica, el petróleo ya no juega ese poderoso papel y ha sido sustituido por impuestos pagados directamente por el bolsillo de los trabajadores.

Hay que luchar

El gobierno de Peña Nieto ha cumplido a cabalidad con su programa de ataques, ha realizado las contrarreformas más importantes y avanza de manera informal en otras áreas, por ejemplo la privatización de la salud. o Los niveles de pobreza a los que piensan llevar al proletariado mexicano están condenados a crear un antes y un después, esta es la manera en la que los capitalistas salen de sus crisis económicas: aplastando y exprimiendo a los más pobres.

La organización y la lucha en las calles es la única alternativa que tenemos. Debemos rescatar las mejores tradiciones de luchar y frenar este sistema de miseria y explotación

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