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8M: QUE TIEMBLEN PIÑERA Y EL EMPRESARIADO

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por Cynthia Burgos y Gustavo Burgos

EL PORTEÑO

La movilización convocada como Huelga Feminista del 8 de Marzo recién pasado, resultó ser una magnífica demostración de fuerza de un movimiento que culmina un año en las calles. Fueron centenares de miles, 400.000 en Santiago, 30.000 en Valparaíso, los que se dieron cita en las principales ciudades del país en defensa del programa feminista, proclamando que la lucha es política, es contra el Gobierno de Piñera y los grandes empresarios y que ha tomado el camino de la movilización y la acción directa para conseguir sus reivindicaciones. Es la más grande movilización nacional desde las marchas  del 2017 convocadas por el Movimiento No+AFP y una demostración de que el curso del movimiento de masas es ascendente y que la crisis del régimen se profundiza.

El Gobierno apostó a someter al movimiento señalando que la Huelga 8M programada “no es necesaria porque su causa está asumida por nuestro gobierno”. Sin embargo, este sábado cambió su discurso, señalando que “las mujeres quieren y merecen tener plena y total igualdad de derechos, deberes y dignidad. Tendremos tolerancia cero con todo tipo de acosos, violaciones, abusos y maltratos”, agregando que “Nadie tiene derecho a instrumentalizar para otros propósitos una causa tan noble y tan justa como la que ayer expresaron con fuerza, alegría y en forma pacífica las mujeres de Chile, de las cuales me siento profundamente orgulloso”, agregó.

Por su parte la ministra de la Mujer y la Equidad de Género, Isabel Plá, también había comentado días antes de la marcha del 8M que “pareciera que es una convocatoria de un sector de la oposición con una agenda que excede los temas de la mujer”.

Hoy, su discurso cambió: “Masiva y pacífica marcha 8M muestra que causa por plena igualdad de derechos para mujeres convoca a mayoría de chilenas y cruza nuestra sociedad. Ayer dimos cuenta de significativos avances de una agenda desafiante, que instala esta causa en el corazón de prioridades del Gobierno”.

Es evidente que luego de intentar impedir el movimiento, Piñera trata de apoderarse de él –haciendo gala de su impronta de especulador de  Bolsa- aprovechando el enorme espacio que le deja la circunstancia de no tener oposición y que aquella que formalmente tiene tal carácter -Nueva mayoría y Frente Amplio- están preocupados de la presidencia de las Comisiones parlamentarias y de las candidaturas para las elecciones del 2020 o 2021. 

El programa reivindicatorio levantado por la Coordinadora Feminista 8 de Marzo, adoptado el 8 y 9 de diciembre pasados en Encuentro Plurinacional de Mujeres que Luchan sostiene en lo escencial, al pie de la letra: 1.- Fin a la violencia política, sexual y económica hacia mujeres, disidencias sexuales, cuerpos racializados, migrantes y comunidades. Denunciamos la justicia patriarcal y racista. No más femicidios en la impunidad!; 2.- Trabajo digno, estable y seguro para todxs. Derribar AFP y nuevo sistema de seguridad social, salud y cuidados. ¡Cuidar y criar también es trabajar!; 3.- DDHH y constitucional a la vivienda digna. Producción social del hábitat en manos de pobladoras y pobladores. Banco de suelos y movilidad. 4.- Nueva ley de Migración con enfoque de derechos y género. Libre organización y sindicalización de mujeres migrantes. Transversalizar antirracismo en el feminismo. 5.- Despenalización social del aborto. Derecho al aborto libre, legal, seguro y gratuito. Reconocimiento de derechos sexuales y reproductivos como DDHH. 6.-Justicia y Verdad ante violación de DDHH que precarizan la vida. Construir memoria feminista, antirracista, antipatriarcal, anticolonial y anticapitalista como herramienta para las luchas y resistencias; 7.- Nuevo sistema de financiamiento público a cultura y artes. Ley de medios en Chile con perspectiva feminista. Derecho a educación artística interdisciplinaria; 8.- Fin al extractivismo: No más zonas de sacrificio. Soberanía y autodeterminación de pueblos y territorios en resistencia; 9.-Desmilitarización en Wallmapu. Justicia para Macarena Valdés, Camilo Catrillanca y todxs lxs luchadores; 10.- Activismo feminista y queer en todos los territorios. Reconocimiento social y tipificación de incitación y crímenes de odio. Programas educativos sobre disidencias sexuales y género en educación y salud pública y privada; 11.- Educación como derecho social desmercantilizado. Modelo educativo democrático, no sexista, anticolonial y laico.

Este programa choca con la política de ultra derecha de Piñera quien ha retrocedido en todo: no firmó el convenio de Escazú, en materia ambiental; ha frenado el cumplimiento de la ley que despenaliza el aborto en tres causales; quitó la gratuidad a 19.000 estudiantes, y ahora, como una burla, señala que se sale del convenio con la ONU que protege de la discriminación a la Mujer. 

Enb este marco, las reivindicaciones feministas son incompatibles con el régimen y se oponen por el vértice a la política del piñerismo. 

Este contenido reivindicatorio, en el que se entremezclan reivindicaciones clasistas como las laborales (salariales y previsionales) con reclamos democráticos (derechos reproductivos, de amparo frente al maltrato) e igualitaristas, se expresan como lucha de clases. Medio millón de manifestantes, en su mayoría mujeres, que se rebelan frente al régimen enarbolando un programa político es un hecho que debe ser observado por la izquierda revolucionaria como un triunfo de las masas y como otra contundente derrota a los “Tiempos Mejores” del empresariado.

La circunstancia de que la dirección de este movimiento se haya forjado por fuera de las estructuras políticas y organizativas de los trabajadores, es el resultado de la bancarrota de la CUT y de las principales organizaciones sindicales, como asimismo de la incapacidad de la izquierda de asumir coherentemente el reclamo feminista desde una óptica de clase. Lo mismo podemos afirmar de la política de derecha que en esta materia sostienen la DC, radicales y PPD.

El Frente Amplio, si bien ha asumido el reclamo feminista en general, lo hace desde una perspectiva de género, diluido en el pluricalsismo que exhibe este movimiento. Corrobora esta afirmación la mínima expresión de los partidos políticos de izquierda en la movilización y la proliferación de coordinadoras y colectivos que asumen este programa sin mayor referencia clasista, esgrimiendo sólo la cuestión de género como piedra angular de su discurso político.

El choque descrito enfrenta a las bases de izquierda con sus dirigentes. A guisa de ejemplo, en el PS, aún cuando se ha declarado feminista en su último Congreso Nacional, y aun cuando su vicepresidencia de la Mujer lleva décadas luchando por una ley de aborto -la prueba está en la ley de tres causales de despenalización de la interrupción del embarazo- aun así su bancada de diputados, todos varones, se han opuesto a la legalización del aborto. 

Miles de activistas salieron a las calles convocados por un programa de movilización que no se agotará con la protesta en que se tradujo la Huelga del 8 de marzo. Este escenario, por lo mismo, plantea problemas políticos que deben encararse con una política clasista, toda vez que la formación de una dirección revolucionaria y socialista en este proceso es clave para definir los contornos y proyección de esta portentosa acción de masas. 

Este es el problema político del momento y su resolución deviene en prioritaria. No hacerlo importará la disolución de este movimiento.

La jornada del 8 de marzo, como todas las nuevas movilizaciones en la última década, marcadamente desde el 2011, suma a sus rasgos pluriclasistas, direcciones políticas heterogéneas que sobrepasan a las ya desgastadas direcciones tradicionales de izquierda. Las movilizaciones del 2011 dieron nacimiento al frente electoral ciudadanista del Frente Amplio. El Movimiento No+AFP, de rasgos muy parecidos a la movilización del pasado 8 de marzo, luego de un cúmulo de movilizaciones desde el 2016 al 2018, incapaz de proyectarse polítcamente ha tendido a la disolución aún cuando no ha sido derrotado.

La Huelga del 8 de marzo y el movimiento feminista al que dio expresión, a pesar de sus limitaciones y condicionantes, es una genuina expresión de la clase obrera y del movimiento de trabajadores de nuestro país. 

Aunque las corrientes del feminismo pequeñoburgués quieran presentar como viga maestra del movimiento la cuestión de género, el enfrentamiento hombre/mujer, en la práctica, en la realidad social, lo que domina al movimiento y lo proyecta es la afirmación y defensa de los intereses de la mayoría explotada y trabajadora. El feminismo que, a pesar de su dirección heterogénea, interpreta al movimiento tiene un carácter de clase por sus métodos de lucha callejera y por su planteamiento programático, tal es el feminismo socialista de la clase trabajadora. 

Disolver la lucha por la liberación femenina en un discurso de género, invisibiliza que la moderna sociedad capitalista chilena está atravesada por contradicciones entre explotados y explotadores; que el patriarcado es una expresión, una manifestación formal de la explotación capitalista; que hay mujeres torturadoras, genocidas y explotadoras respecto de las cuales no hay sororidad posible y que, por el contario, deben ser encarceladas y expropiadas. Tal es el destino –a vía ejemplar- de las Ingrid Oldercok, de la DINA,  hermanas Solari (Falabella), Iris Fontbona (Grupo Luksic) y tantas otras mujeres que actúan defendiendo los intereses de la burguesía, en contra de la mayoría femenina explotada.

Clara manifestación de este aserto es la circunstancia de que el Partido Socialista, que se define feminista, sostiene una política contraria a los derechos reproductivos de la mujer y al aborto libre, a la plenitud de sus derechos laborales y a la emancipación de la mujer de la explotación capitalista. El feminismo pequeño burgués es compatible con la explotación capitalista porque se agota en la cuestión de género sin hacerse cargo de la mujer explotada.

Pero, en ruptura con las concepciones pequeñoburguesas, no alcanza con sostener que la liberación de la mujer será el resultado de la revolución proletaria. 

No alcanza con afirmaciones generales sobre los logros de la Revolución Rusa, en la que las mujeres por primera vez en la historia alcanzaron derechos políticos y una participación orgánica en el destino de ese proceso revolucionario, en las filas del propio partido bolchevique. Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, Alejandra Kollontai, Nadia Krupskaya fueron protagonistas de una revolución en la que la liberación de la mujer era parte integrante de la liberación del conjunto de los explotados y de la construcción socialista, pero lo fueron porque los revolucionarios rusos fueron capaces de volcarse de lleno a la intervención en la lucha de masas, sosteniendo una concepción proletaria y de combate político. Los bolcheviques no dieron la espalda a las masas porque éstas no sostenían sus concepciones, dieron batalla para ganar su conducción.

Sostenemos esto porque a la desviación “oportunista” o “de género” del feminismo, se suma otra, formalmente de izquierda, pero sectaria, que es aquella que niega la potencialidad revolucionaria del movimiento a pretexto de que éste no tiene una dirección clasista y proletaria. Recordamos estas argumentaciones estériles cuando las mismas se referían al Movimiento No+AFP. Ésta movilización, la feminista, la de las zonas de castigo, la de la nación mapuche, forman parte de un desplazamiento mayor de las masas que hacen obligatorio nuestro apoyo incondicional y nuestra disposición a desplegar en ellas el programa de la revolución socialista, porque sólo el socialismo es la respuesta a los grandes problemas nacionales.

Compañeras y compañeros: el 8M hizo temblar a Piñera y a su gobierno de empresarios y de servicio al gran capital imperialista. Si hoy la burguesía y sus títeres se empeñan en banalizar al movimiento y reducirlo a un conjunto de medidas cosméticas de cupos y rituales lingüísticos vacíos de contenido, es porque saben que en él se encarnan las fuerzas de la revolución.

Piñera, sin oposición de clase, es libre para seguir desarrollando su política de ataque a los trabajadores. Es imprescindible la unidad de los trabajadores y trabajadoras en un solo frente de clase contra Piñera y el régimen. Es necesario hacer claridad que no hay vías institucionales para acabar con la explotación capitalista, así lo testimonió la experiencia de Allende y la Unidad Popular. No hay otro camino más que el de un levantamiento generalizado en contra del orden social de los plutócratas, las AFP, los grupos económicos y las corporaciones imperialistas que saquean día a día nuestro país a costa del hambre y la miseria de la mayoría nacional.

Las reivindicaciones feministas, las de No+AFP, la defensa del agua y de los recursos naturales, la resistencia a la reforma laboral piñerista, la lucha por la educación y salud gratuitas, la liberación del Wallmapu, la lucha contra la impunidad, deben ser la bandera de una gran movilización unificada.

El 8M demostró que es posible. Si hay claridad en los objetivos y en los métodos, si hay intransigencia y voluntad de lucha, los trabajadores contra Piñera nos podemos hacer grandes y vencer.

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