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La Internacional, himno del movimiento obrero

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Pepe Gutierrez Alvarez

La Internacional es un himno internacionalista compuesto por dos trabajadores franceses: el músico Pedro Degeuter (también conocido como Degeyter, 1848-1932) y el poeta Eugenio Pottier (1816-1887). El primero era tallista de madera y el segundo dependiente en una papelería, además de todo un revolucionario consecuente que participó en la revolución francesa de 1848 y en 1871 fue elegido por unanimidad para formar parte del consejo de la Comuna de París.

La Internacional fue escrita en 1871 durante los días de La Comuna de París, e incluida por su autor en un libro llamado «Cantos Revolucionarios”. En julio de 1888, en una reunión de la Junta Sindical de vendedores de periódicos de Lille, se interpretó por primera vez en público, aunque permaneció olvidada durante bastante tiempo, hasta que fue popularizada en el Congreso de la IIª Internacional de 1886 y luego se cantó en todas las reuniones internacionales…en la época franquista, se cantaba al comienzo de las reuniones  y siguió siendo un himno después, cuando ya sonaba a verdadero pitorreo. Sirvió como fondo musical de la película «Reds» y sonó en os Oscar de 1980, luego Michael Moore la utilizó en “Capitalism: A Love Story” (2010) en un tono de musical con una voz que imitaba la de Frank Sinatra…
Creo que no estará de más decir cuatro cosas de Eugenio Pottier (París, 1816-Id.1887). dibujante, obrero y poeta francés, autor inmortal de La Internacional, la canción más universal y popular del movimiento obrero. Nacido en París, trabajó sucesivamente de aprendiz de embalaje, jornalero, dependiente de una pastelería, oficinista y diseñador de imprenta. Su primera canción data de la revolución de 1830 y se llamaba iViva la Libertad! Compañero de Mürger, escribe obras teatrales en verso, vodeviles y libretos de revistas.

Durante la revolución de 1848 participa como líder obrero, traduce a Fourier en coplas y canta Los árboles de la libertad en la que dice: «Pueblo ya se renuevan las hojas / Eres como un inmenso árbol/Alto y erguido». Pronto se alinea con las tendencias más socialistas, con los insurgentes aunque dice: «¡No entiendo nada de política / Pero necesito movimiento! / La calle estalla en disparos / El pueblo sigue adelante / ¡Vamos a hacer barricadas!».

Consigue salvarse de la ejecución casi milagrosamente, pero la represión le afectará permanentemente en la salud: hasta el final de sus días. Pottier padecerá una neurosis aquejada de congestiones cerebrales. Con ocasión del golpe de Estado de diciembre de 1851 se libra de ser deportado a Cayena por estar en cama muy enfermo. En la clandestinidad sus poemas no dejan pies con cabeza: escribe contra el golpe, contra el Emperador, a los peces gordos del ejército, de la burguesía, de la Iglesia. También lo hará contra la política imperial, contra la guerra y llama al pueblo, llegando a sugerir una «huelga de mujeres» en el momento de la invasión de México. En 1867 abre el taller de dibujo más importante de París, es ya un patrón pero su línea de actuación no cambiará. Anima a sus trabajadores a crear una Cámara Sindical y a que se adhieran a la Internacional.

Durante la guerra franco-prusiana forma parte del Comité de Vigilancia del distrito IIº y participa en la tentativa insurreccional de finales de Octubre de 1870, llama a la proclamación de la Comuna: «Nombremos una Comuna roja / ¡Roja como un sol naciente!». Miembro del Comité central republicano vota a favor de la unión de este organismo al Comité central de la Guardia Nacional. Destaca por su labor dentro de la Federación de Artistas, su intervención es fundamental para que 400 de ellos se pronuncien por «el principio de la república comunal», que exige entre otras cosas «la libre expansión del arte, ajeno a toda tutela gubernamental ya todo privilegio» (Choury). Es elegido para la Comuna, ejerciendo como alcalde en la alcaldía de la Bolsa. Es de los que resisten hasta el final y sobrevive escondido. Será entonces cuando escribe el poema El terror blanco y La Internacional, donde resume líricamente los ideales antiburgueses y autoemancipatorios de la vanguardia obrera de su época. Más de un siglo después algunas de sus estrofas permanecen silenciadas, tales como estas: «Con humos nos emborrachan / Los reyes y los déspotas / ¡Fraternidad entre soldados / Para las guerras acabar! / Si estos caníbales se empeñan / En tener soldados leales / Sabrán que nuestras balas matan / A nuestros propios generales».

Después pasa dos años de exilio en Londres y luego otros dos en Boston viviendo en la más absoluta miseria. En Norteamérica compone un poema a la Comuna que dice: «¿Comuna, dónde estás pues, tú que te habías alzado / Para derribar al monstruo? / ¿Dónde están tus defensores? / ¿Dónde tu bandera roja y la llama de los corazones? / ¿Reanudarás pronto tu trabajo inacabado? / Su programa. era el vuestro, obreros / Restituir este globo a las manos laboriosas / y rogar a los ociosos que cambien sus paraderos / y reunir después de siglos sin fortuna / A los pueblos en uno solo para que cuando el ventenal / La libre humanidad siguiendo su ideal/Exponga al universo esta inmensa Comuna».

En 1880 vuelve a Francia y apoya a Guesde y a Lafargue en sus esfuerzos por crear un partido obrero marxista. Sigue escribiendo canciones y poesías revolucionarias hasta su muerte. Su entierro reúne la flor y nata del movimiento obrero francés. En 1888 a instancia de un dirigente socialista, el músico también socialista Pierre Degeyter pone música a la Internacional. La canción será adoptada por el Partido Obrero Francés y en 1900 pasa a ser también de la II Internacional. Cf. Dommaguet (Maurice), Eugene Pottier, membre de la Commune et chanteur de l’Internationale (Espartacus, París, 1971).

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